Archivo de la categoría: Oraciones

LECTIO DIVINA – MIÉRCOLES 15 DE MAYO: TIEMPO DE PASCUA

1) Oración inicial

Señor, tú que eres la vida de los fieles, la gloria de los humildes y la felicidad de los santos, escucha nuestras súplicas y sacia con la abundancia de tus dones a los que tienen sed de tus promesas. Por nuestro Señor. 

2) Lectura

Del Evangelio según Juan 12,44-50
Jesús gritó y dijo: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; y el que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado. Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas. Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien le juzgue: la palabra que yo he hablado, ésa le juzgará el último día; porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar, y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo lo hablo como el Padre me lo ha dicho a mí.» 

3) Reflexión

• El evangelio de hoy nos trae la parte final del Libro de las Señales, en la cual el evangelista hace un balance. Muchos creen en Jesús y tienen el valor de manifestar su fe públicamente. Otros discípulos creyeron, pero no tuvieron el valor de manifestar públicamente su fe. Tenían miedo a ser expulsados de la sinagoga. Y muchos no creyeron: “Después de tantas señales que había hecho delante de ellos, no creyeron en él. Así se cumplió la palabra dicha por el profeta Isaías: “Señor, ¿quién ha dado crédito a nuestras palabras? ¿A quién descubriste los secretos de nuestra salvación?” (Jn 12,37-38). Después de esta constatación general, Juan vuelve a tomar algunos temas centrales de su evangelio:
• Juan 12,44-45: Creer en Jesús es creer en aquel que le ha enviado. Esta frase es un resumen del evangelio de Juan. Es un tema que aparece y reaparece de muchas maneras. Jesús está tan unido al Padre, que ya no habla en su nombre, sino que siempre habla en nombre del Padre. Quien ve a Jesús, ve al Padre. Si se quiere conocer a Dios, hay que mirar a Jesús. ¡Dios es Jesús!
• Juan 12,46: Jesús es la luz que vino al mundo. Aquí Juan retoma lo que había dicho en el prólogo: “El verbo era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo” (Jn 1,9). “La luz brilla en las tinieblas, pero las tinieblas no pudieron vencerla” (Jn 1,5). Aquí él repite: “Yo vine al mundo como luz, para que todo aquel que cree en mí no siga en las tinieblas”. Jesús es una respuesta vital a los grandes interrogantes que mueven e inspiran la búsqueda del ser humano. Es una luz que aclara el horizonte. Hace descubrir el lado luminoso de la oscuridad de la fe.
• Juan 12,47-48: No vine para juzgar al mundo. Llegando al final de una etapa, surge la pregunta: “¿Cómo va a ser el juicio? En estos dos versículos el evangelista aclara el tema del juicio. El juicio no se hace con amenazas de maldiciones. Jesús dice: Yo no condeno quien oye mis palabras y no obedece a mis palabras, porque no he venido al mundo para condenar al mundo, sino para salvar al mundo. Quien me rechaza y no acepta mis palabras, ya tiene su juez: la palabra que yo hablé será su juez en el último día. El juicio consiste en la manera en que la persona se define ante la verdad y ante su propia conciencia.
• Juan 13,49-50: Lo que digo, lo digo según el Padre me dice. Las últimas palabras del Libro de las Señales son un resumen de todo que Jesús dice y hace hasta ahora. El reafirma lo que afirmaba desde el comienzo: “Porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar, y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo lo hablo como el Padre me lo ha dicho a mí.» Jesús es el reflejo fiel del Padre. Por esto mismo, no ofrece prueba ni argumento a los que le provocan para que se legitime y presente sus credenciales. Es el Padre quien lo legitima a través de las obras que él hace. Y diciendo obras, no se refiere sólo a los grandes milagros, sino a todo lo que él dice y hace, hasta en las más mínimas cosas. Jesús, él mismo, es Señal del Padre. El es el milagro ambulante, la transparencia total. El ya no se pertenece, sino que es enteramente propiedad del Padre. Las credenciales de un embajador no vienen de él, sino que vienen de aquel que le presenta. Vienen del Padre. 

4) Para una relación personal

• Juan hace un balance de la actividad reveladora de Jesús. Si yo hiciera un balance de mi vida, ¿qué habría de positivo en mí?
• ¿Hay algo en mí que me condena? 

5) Oración final

¡Que los pueblos te den gracias, oh Dios,
que todos los pueblos te den gracias!
Que se alegren y exulten las naciones,
pues juzgas al mundo con justicia,
con equidad juzgas a los pueblos,
gobiernas las naciones de la tierra. (Sal 67,4-5)

Fuentes:

Alforjas de Pastoral: 
https://alforjasdepastoral.wordpress.com

LECTIO DIVINA – LUNES 13 DE MAYO: TIEMPO DE PASCUA

1) Oración inicial 

Te pedimos, Señor todopoderoso, que la celebración de las fiestas de Cristo resucitado aumente en nosotros la alegría de sabernos salvados. Por Jesucristo nuestro Señor. 

2) Lectura 

Del santo Evangelio según Juan 10,1-10
«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que escala por otro lado, ése es un ladrón y un salteador; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz; y a sus ovejas las llama una por una y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.» Jesús les dijo esta parábola, pero ellos no comprendieron lo que les hablaba.
Entonces Jesús les dijo de nuevo:
«En verdad, en verdad os digo:
yo soy la puerta de las ovejas.
Todos los que han venido antes de mí
son ladrones y salteadores;
pero las ovejas no les escucharon.
Yo soy la puerta;
si uno entra por mí, estará a salvo;
entrará y saldrá
y encontrará pasto.
El ladrón no viene
más que a robar, matar y destruir.
Yo he venido
para que tengan vida
y la tengan en abundancia. 

3) Reflexión

• En Jesús tenemos el modelo del verdadero pastor; en él llega a su cumplimiento la espera del pastor bueno prometido por Dios: el “gran pastor”, más grande que Moisés (Hb 13, 20).
• Juan 10,1-6: La puerta del aprisco. En Jn 10,1-10 se dice que Jesús es la “puerta” por la que se accede hasta las ovejas y por la que éstas sean conducidas a los pastos (10,7.9-10).
El tema de las ovejas también se trata en Jn 2,15 y de manera particular en 5,2 donde se indica una puerta de las Ovejas con cinco pórticos a lo largo de los cuales se tendían los enfermos para ser curados. En este contexto, las ovejas vienen a indicar al pueblo oprimido por sus dirigentes. En Jn 10,1 Jesús conecta el tema de las ovejas con el atrio del templo, institución judía gestionada por hombres poderosos que conculcan el derecho y la justicia y explotan al pueblo. Estos tales son identificados por Jesús como “ladrones y bandidos”.
Jesús inicia su largo discurso de enfrentamiento con los Fariseos, obstinados en su incredulidad y autosuficiencia (9,40-41), con una afirmación genérica: el modo más seguro para entrar en contacto con las ovejas es acceder por la puerta del recinto en el que ellos se encuentran. El que accede de otro modo no lo hace movido por el amor a las ovejas, sino para explotarlas en beneficio propio. El pecado de los guías del pueblo era éste: apropiarse de lo que era propiedad de todos. Jesús califica esta conducta con el término “ladrón”. Esta fue la acusación que Jesús hizo a los dirigentes del pueblo en su primera visita al templo (2,13ss) Otro término con el que Jesús califica a los que quitan al pueblo lo que es suyo es “bandido”. Esta calificación señala a los que además usan la violencia. Por tanto, los dirigentes del templo obligan al pueblo a someterse a la violencia de su sistema (7,13; 9,22). El efecto que esto produce es un estado de muerte (5,3.21.25)
El pastor entra por la puerta para cuidarse de las ovejas, no para vejarlas. De hecho, las ovejas reconocen su autoridad (su voz) y lo siguen. Para ellas, la voz de Jesús contiene un mensaje de liberación, propio del mesías. Su voz, además, no se dirige a un grupo anónimo de personas, sino que las identifica personalmente. Para Jesús no existe una multitud anónima de gente, sino que cada uno tiene un rostro, un nombre, una dignidad.
El templo (recinto de las ovejas) ha pasado a ser un lugar de tinieblas, marcado sólo por intereses económicos; el dinero ha sustituido la atención exclusiva a Dios: el templo ha pasado a ser la casa del comercio (Jn 2,16). Jesús conduce al pueblo para sacarlo fuera de las tinieblas. No lo hace de manera ficticia sino real, porque esta es la tarea que el Padre le ha confiado. Los pasos fundamentales de esta misión son: entrar y llamar. Los que responden a la llamada a la libertad llegan a ser una nueva comunidad: “los suyos”.
• Juan 10,7-10: Jesús es la nueva puerta. Jesús usa de nuevo el simbolismo de la puerta en los VV. 7-8, aplicándolo a sí mismo. Él es la nueva puerta, no sólo en relación con el viejo recinto de Israel representado por los dirigentes del pueblo, sino también respecto a los que lo siguen. A los primeros les recuerda su legitimidad de ser él el único acceso a las ovejas, pues es el mesías dispuesto a dar la vida por las ovejas. Para mantener relación con el rebaño no se accede a través del dominio y de la prevaricación, sino adoptando la actitud del que da la vida. Sus palabras son una clara invitación a cambiar de modo de pensar y de relacionarse. Entrar a través de Jesús supone poner el bien del hombre como tarea prioritaria y usar todas las energías para conseguirlo. El que no entra en esta lógica nueva es un opresor. El lector, ciertamente, encontrará duras y fuertes las palabras que Jesús dirige a sus contemporáneos, en modo particular a los dirigentes del pueblo que han usado el dominio y la violencia para explotarlo. Jesús es la nueva puerta con relación a todo hombre. Pero ¿qué quiere decir para el hombre de hoy entrar por la puerta que es Jesús? Esto comporta “acercarse a él”, “fiarse de él” (Jn 6, 35), seguirlo y dejarse guiar por su mensaje (8,31.51); comporta, en definitiva, participar de la entrega de Jesús para que se realice la verdadera felicidad del hombre.

4) Para la reflexión personal

• Jesús es el buen pastor porque te conoce siempre, pero ¿lo reconoces tú a él? Es el pastor que viene a tu vida como puerta por donde salir y entrar: ¿te dejas conducir por él cuando te relacionas con los demás?
• ¿Eres tú también, en tu comunidad y en tu familia, una puerta, no para encerrarte, sino para permanecer abierto a la comunicación fraterna y dejar pasar el amor y la confianza?

5) Oración final

Envía tu luz y tu verdad,
ellas me guiarán,
me llevarán a tu monte santo,
hasta entrar en tu Morada. (Sal 43,3)

Fuentes:

Alforjas de Pastoral: 
https://alforjasdepastoral.wordpress.com

LECTIO DIVINA – DOMINGO 12 DE MAYO: TIEMPO DE PASCUA

Jesús es el Pastor:
sus ovejas le conocen
Juan 10,27-30

1. LECTIO

a) Oración inicial:

Ven, Espíritu Santo, a nuestros corazones y enciende en ellos el fuego de tu amor, danos la gracia de leer y reflexionar esta página del Evangelio para hacerlo memoria activa, amante y operante en nuestra vida. Deseamos acercarnos al misterio de la persona de Jesús contenido en esta imagen del pastor. Por esto te pedimos, humildemente, que abras los ojos de nuestra mente y de nuestro corazón, para que podamos conocer la fuerza de su resurrección. Ilumina, ¡oh Espíritu de luz!, nuestra mente para que podamos comprender las palabras de Jesús, Buen Pastor; inflama nuestro corazón para que nos demos cuenta que no están lejos de nosotros, sino que son la clave de nuestra experiencia actual. Ven, ¡oh Espíritu Santo!, porque sin ti el Evangelio aparece como letra muerta; contigo el Evangelio es Espíritu de vida. Danos, Padre, el Santo Espíritu; te lo pedimos junto con María, la madre de Jesús y madre  nuestra, y con Elías, tu profeta, en el nombre de tu Hijo Jesucristo, nuestro Señor. ¡Amén!

b) Lectura del texto:

27 Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas mi siguen. 28 Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. 29 El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. 30 Yo y el Padre somos uno.»

c) Momento de silencio orante:

El silencio conserva el fuego de la palabra que ha entrado en  nosotros con la escucha de la Palabra. Ayuda a conservar el fuego interior de Dios. Permanece algunos momentos en el silencio de la escucha para poder participar del poder creador y recreador de la Palabra divina.

2. MEDITATIO

a) Una clave de lectura:

El pasaje de la liturgia de este domingo está sacado del capítulo 10 de Juan, un discurso de Jesús durante la fiesta judía de la dedicación del Templo de Jerusalén que acaecía a finales de diciembre (durante la cual se conmemoraba la reconsagración del Templo violado por los sirios-helenistas por obra de Judas Macabeo en el 164 a.C). Las palabras de Jesús sobre la relación entre el Pastor (Cristo) y las ovejas (la Iglesia) pertenecen a un verdadero y propio debate entre Jesús y los judíos. Estos hacen a Jesús una pregunta clara y piden una respuesta también clara y pública: «Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente» (10,24). Juan presenta, otras veces, a los judíos que pretenden arrancar a Jesús una afirmación clara sobre su identidad (2,18; 5,16; 8,25). Una petición de este tipo, los Sinópticos la presentan durante el proceso ante el Sanedrín (Mt 26,63; Mc 14,61; Lc 22,67). La respuesta de Jesús se presenta en dos momentos (vv. 25-31 e 32-39). Consideramos brevemente el contexto donde se inserta la primera, que es la de nuestro texto litúrgico. Los judíos no comprendieron la parábola del buen pastor (Jn 10, 1-21) y piden ahora a Jesús una declaración más clara de su identidad. El motivo de su incredulidad no es por sí mismo un motivo de búsqueda, sino que en su cerrazón mental rechazan pertenecer a sus ovejas. Puede ser iluminadora una expresión análoga de Jesús en Mc 4,11: «A vosotros se os ha dado el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas». Las palabras de Jesús solamente son luz para el que vive dentro de la comunidad, para aquél que decide quedarse fuera solamente es un enigma que desconcierta. A la incredulidad de los judíos, Jesús contrapone el comportamiento de aquellos que le pertenecen y que el Padre les ha dado; también su relación con ellos.

El lenguaje de Jesús no es para nosotros de evidencia inmediata; más aún, compara a los creyentes con un rebaño, y nos deja perplejos. Somos, en gran mayoría, extraños a la vida agrícola y pastoril, y no es fácil comprender lo que significa el rebaño para un pueblo de pastores. Los oyentes, a los que Jesús dirige su palabra, era un pueblo de pastores. Es evidente que la parábola es entendida desde el punto de vista de un hombre que comparte casi todo con su rebaño. Él lo conoce: ve cada una de sus cualidades y de sus defectos; también las ovejas conocen a su guía: responden a su voz y a sus indicaciones.

i) Las ovejas de Jesús escuchan su voz: no se trata sólo de una escucha externa (3,5; 5,37) sino de una escucha atenta (5,28; 10,3), hasta la escucha obediente (10,16.27; 18,37; 5,25). En el discurso del buen pastor esta escucha expresa la confianza y la unión de las ovejas al pastor (10,4). El adjetivo «mías» no indica solamente la simple posesión de las ovejas, sino que pone en evidencia que las ovejas le pertenecen, y le pertenecen en cuanto que Él es el propietario (10,12).

ii) He aquí, pues, que se establece una relación íntima entre Jesús y las ovejas:«y yo las conozco» no se trata de un conocimiento intelectual; en el sentido bíblico “conocer a alguien” significa, sobre todo, tener una relación personal con él, vivir en cierto sentido en comunión con él. Un conocimiento que no excluye los trazos humanos de la simpatía, amor, comunión de naturaleza.

iii) En virtud de este conocimiento de amor, el Pastor invita a los suyos a seguirlo. La escucha de la palabra comporta un discernimiento, para que entre todas las voces posibles, elijan la que corresponde a una persona concreta (Jesús). Como consecuencia de este discernimiento, la respuesta se hace activa, personal y se convierte en obediencia. Esta proviene de la escucha. Por lo tanto, entre la escucha y la secuela del Pastor está conocer a Jesús.

El conocimiento de Jesús hacia sus ovejas abre un itinerario que conduce al amor: «Yo les doy la vida eterna». Para el evangelista la vida es el don de la comunión con Dios. Mientras en los sinópticos la ‘vida’ o ‘vida eterna’ está unida al futuro; en el evangelio de Juan está unida a una posesión actual. Éste aspecto se repite con frecuencia en la narración de Juan: « El que cree en el Hijo tiene vida eterna» (3,36); «En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna» (5,24; 6,47).

La relación de amor de Jesús se concretiza por la experiencia de protección que el hombre experimenta: se dice que las ovejas « no perecerán jamás». Quizás una alusión a la perdición eterna. Y se añade que «nadie las arrebatará». Tal expresión sugiere el papel de la mano de Dios y de Cristo que impiden a los corazones de las personas ser arrebatadas por otras fuerzas negativas. En la Biblia, la mano, en algunos contextos, es una metáfora que indica la fuerza de Dios que protege (Dt 33,3; Sal 31,6). Por otra parte, el verbo «arrebatar» (harpázō) sugiere la idea que la comunidad de discípulos no estará exenta de los ataques del mal y de las tentaciones. Pero la expresión «nadie las arrebatará» indica la presencia de Cristo que asegura a la comunidad la certeza de una estabilidad granítica que le permite superar toda tentación de miedo.

b) Algunas preguntas:

para ayudarnos en la meditación y en la oración.

i) La primera actitud que la palabra de Jesús ha puesto en evidencia es que el hombre debe “escuchar”. Este verbo en el lenguaje bíblico está lleno de resonancias: implica la adhesión alegre al contenido de lo que se escucha, la obediencia a la persona que habla, la elección de vida de Aquél que se dirige a nosotros. ¿Eres un hombre inmerso en la escucha de Dios? ¿Hay espacios en tu vida diaria que dedicas, de modo particular, a la escucha de la Palabra de Dios?

ii) El diálogo o comunicación íntima entre Cristo y tú se define en el evangelio de la liturgia de hoy con un gran verbo bíblico, «conocer». Éste implica a todo el ser del hombre: la mente, el corazón, la voluntad. Tu conocimiento de Cristo ¿se limita a un conocimiento teórico-abstracto o te dejas transformar y guiar por su voz en el camino de tu vida?

iii) El hombre que ha escuchado y conocido a Dios «sigue» a Cristo come único guía de su vida. Tu seguimiento diario ¿es continuo? ¿Aún cuando en el horizonte aparece la pesadilla de otras voces e ideologías que tratan de separarte de la comunión con Dios?

iv) En la meditación del evangelio de hoy aparecen otros dos verbos: nosotros no «pereceremos» y nadie nos podrá «arrebatar» de la presencia de Cristo que protege nuestra vida. Es esto lo que fundamenta y motiva nuestra seguridad cotidiana. Tal idea se expresa de modo luminoso en Pablo: «Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro » (Rom 8,38-39). Cuando entre los creyentes y la persona de Jesús se establece una relación hecha de llamada y de escucha, entonces se procede en la vida con seguridad de llegar a la madurez espiritual y al éxito. El verdadero fundamento de esta seguridad está en descubrir cada día la identidad divina de este pastor que es la seguridad de nuestra vida. ¿Experimentas esta seguridad cuando te sientes amenazado por el mal?

v) Las palabras de Jesús «Yo les doy vida eterna» te aseguran que la meta de tu camino, como creyente, no es oscura ni incierta. Para ti, ¿la vida eterna hace referencia a la cantidad de años que puedes vivir o, por el contrario, es un reclamo a la comunión de vida con el mismo Dios? ¿Es motivo de alegría para ti experimentar la compañía de Dios en tu vida?

3. ORATIO

a) Salmo 100, 2; 3; 5

¡Aclama a Yahvé, tierra entera,
servid a Yahvé con alegría,
llegaos a él con júbilo!
Sabed que Yahvé es Dios,
él nos ha hecho y suyos somos,
su pueblo y el rebaño de sus pastos.
Pues bueno es Yahvé y eterno su amor,
su lealtad perdura de edad en edad.

b) Oración final:

Te pedimos, Señor, que te manifiestes a cada uno como Buen Pastor que en la fuerza de la Pascua restableces, animas en los tuyos, con la delicadeza de tu presencia, con la fuerza de tu Espíritu. Te rogamos que abras nuestros ojos, para que podamos conocer cómo nos guías y sostienes nuestras voluntad de seguirte adonde quiera que nos conduzcas. Concédenos la gracia de no ser arrebatados de tus manos de Buen Pastor y de nos estar a merced del mal que nos amenaza y de las divisiones que anidan en el interior de nuestro corazón. Tú, ¡oh Cristo!, eres el Pastor, nuestro guía, nuestro ejemplo, nuestro consuelo, nuestro hermano. ¡Amén!

4. CONTEMPLATIO

Contempla la Palabra del Buen Pastor en tu vida. Las etapas precedentes de la lectio divina, importantes en sí mismas, cobran funcionalidad, si están orientadas a la vida. El camino de la “lectio” no se puede decir que está acabado, si no llega a hacer de la Palabra una escuela de vida para ti. Tal meta se alcanza cuando experimentas en ti los frutos del Espíritu. Estos son: la paz interior que florece en la alegría y en el gusto por la Palabra; la capacidad para discernir entre lo que es esencial y obra de Dios y lo que es fútil y obra del mal; la valentía de la elección y de la acción concreta son una consecuencia de la página bíblica que has leído y meditado.

Fuentes:

Alforjas de Pastoral: 
https://alforjasdepastoral.wordpress.com

LECTIO DIVINA – SÁBADO 11 DE MAYO: TIEMPO DE PASCUA

1) Oración inicial

¡Oh Dios!, que has renovado por las aguas del bautismo a los que creen en ti; concede tu ayuda a los que han renacido en Cristo, para que venzan las insidias del mal y permanezcan siempre fieles a los dones que de ti han recibido. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del Evangelio según Juan 6,60-69

Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: «Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?» Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: «¿Esto os escandaliza? ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes?…«El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. «Pero hay entre vosotros algunos que no creen.» Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y decía: «Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre.» Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él. Jesús dijo entonces a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?» Le respondió Simón Pedro: «Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.»

3) Reflexión

• El evangelio de hoy trae la parte final del Discurso del Pan de Vida. Se trata de la discusión de los discípulos entre sí y con Jesús (Jn 6,60-66) y de la conversación de Jesús con Simón Pedro (Jn 6,67-69). El objetivo es mostrar las exigencias de la fe y la necesidad de un compromiso firme con Jesús y con su propuesta. Hasta aquí todo se pasaba en la sinagoga de Cafarnaún. No se indica el lugar para esta parte final.

• Juan 6,60-63: Sin la luz del Espíritu no se entienden estas palabras. Muchos discípulos pensaban que Jesús se estaba yendo ¡demasiado lejos! Estaba acabando con la celebración de Pascua y se estaba colocando a sí mismo en el lugar más central de la Pascua. Por ello, mucha gente se desligó de la comunidad y no iba más con Jesús. Jesús reacciona diciendo: “Es el espíritu que da vida, la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida”. No deben tomarse al pie de la letra las cosas que él dice. Sólo con la ayuda del Espíritu Santo es posible entender todo el significado de lo que Jesús dijo (Jn 14,25-26; 16,12-13). Pablo dirá en la carta a los Corintios: “¡La letra mata, mientras el Espíritu da vida!” (2Cor 3,6).

• Juan 6,64-66: Algunos de vosotros no creen En su discurso Jesús se había presentado como el alimento que sacia el hambre y la sed de todos aquellos y aquellas que buscan a Dios. En el primer Éxodo, muchos dudaron de que Dios estuviera con ellos: “¿Está o no está Yahvé en medio de nosotros?” (Es 17,7) y murmuraban contra Moisés (Cf. Es 17,2-3; 16,7-8). Querían romper y volver a Egipto. En esta misma tentación caen los discípulos, dudando de la presencia de Jesús en el partir el pan. Ante las palabras de Jesús sobre “comer mi carne y beber mi sangre”, muchos murmuraban como el pueblo en el desierto (Jn 6,60) y tomaron la decisión de romper con Jesús y con la comunidad “se volvieron atrás y no fueron con él” (Jn 6,66).

• Juan 6,67-71: Confesión de Pedro. Al final quedan sólo los doce. Ante la crisis provocada por sus palabras y sus gestos, Jesús se vuelve hacia sus amigos más íntimos, aquí representados por los Doce, y les dice: “¿También vosotros queréis marcharos?” Jesús no hace cuestión de tener a mucha gente que le sigue. No cambia el discurso cuando el mensaje no agrada. El habla para revelar al Padre y no para agradar a quién sea. Prefiere permanecer solo, y no estar acompañado por personas que no se comprometen con el proyecto del Padre. La respuesta de Pedro es linda: “¿A quién iremos? ¡Tú sólo tienes palabras de vida eterna y nosotros reconocemos que tú eres el Santo de Dios!” Aún sin entender todo, Pedro acepta a Jesús como Mesías y cree en él. Profesa en nombre del grupo su fe en el pan compartido y en la palabra. Jesús es palabra y el pan que sacia al nuevo pueblo de Dios (Dt 8,3). A pesar de todos sus límites, Pedro no es como Nicodemo que quería ver todo bien claro según sus propias ideas. Y aún así, entre los doce había quien no aceptaba la propuesta de Jesús. En este círculo más íntimo existía un adversario (diablo) (Jn 6,70-71) “quien mi pan compartía, me trata con desprecio” (Sal 41,10; Jn 13,18).

4) Para la reflexión personal

• Me pongo en el lugar de Pedro ante Jesús. ¿Qué respuesta doy a Jesús que me pregunta?: “¿También tú quieres irte?”
• Me pongo en el lugar de Jesús. Hoy. Mucha gente está dejando de ir con Jesús. ¿Es culpa de quién?

5) Oración final

¡Ah, Yahvé, yo soy tu siervo,
tu siervo, hijo de tu esclava,
tú has soltado mis cadenas!
Te ofreceré sacrificio de acción de gracias
e invocaré el nombre de Yahvé. (Sal 116,16-17)

Fuentes:

Alforjas de Pastoral: 
https://alforjasdepastoral.wordpress.com

LECTIO DIVINA – VIERNES 10 DE MAYO: TIEMPO DE PASCUA

1) Oración inicial

Te pedimos, Señor, que ya que nos has dado la gracia de conocer la resurrección de tu Hijo, nos concedas también que el Espíritu Santo, con su amor, nos haga resucitar a una vida nueva. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del Evangelio según Juan 6,52-59

Discutían entre sí los judíos y decían: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?» Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre.» Esto lo dijo enseñando en la sinagoga, en Cafarnaún.

3) Reflexión

• Estamos llegando casi al final del Discurso del Pan de Vida. Aquí empieza la parte más polémica. Los judíos se encierran en sí mismos y empiezan a cuestionar las afirmaciones de Jesús.

• Juan 6,52-55: Carne y sangre: expresión de vida y de entrega total. Los judíos reaccionan “¿Cómo este hombre puede darnos su carne para comer?” Era cerca de la fiesta de Pascua. Dentro de unos pocos días, iban a comer la carne del cordero pascual en la celebración de la noche de pascua. Ellos no entendían las palabras de Jesús, porque tomaron todo al pie de la letra. Pero Jesús no disminuyó las exigencias, ni tampoco retira nada de lo que había dicho, e insiste: “«En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él”. (a) Comer la carne de Jesús significa aceptar a Jesús como el nuevo Cordero Pascual, cuya sangre nos libera de la esclavitud. La ley del Antiguo Testamento, respecto a la vida, prohibía comer sangre (Dt 12,16.23; He 15.29). La sangre era la señal de la vida. (b) Beber la sangre de Jesús significa asimilar la misma manera de vivir que marcó la vida de Jesús. Lo que trae vida no es celebrar el maná del pasado, sino comer este nuevo pan que es Jesús, su carne y su sangre. Participando en la Cena Eucarística, asimilamos su vida, su donación y su entrega. “Si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.” Deben aceptar a Jesús como mesías crucificado, cuya sangre será derramada.

• Juan 6,56-58: Quien me come, vivirá por mí. Las últimas frases son de gran profundidad y tratan de resumir todo lo que se dijo. Evocan la dimensión mística que envuelve toda la participación en la eucaristía. Expresan lo que Pablo dice en la carta a los Gálatas: “Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí (Gál 2,20). Es lo que dice el Apocalipsis de Juan: “Si uno me oye y me abre, entraré en su casa y comeremos juntos” (Ap 3,20). Y Juan mismo en el Evangelio: “Si alguien me ama guardará mi palabra y mi Padre le amará y los dos nos vendremos con él y en él haremos nuestra morada” (Jn 14,23). Y termina con la promesa de vida que marca la diferencia con el antiguo éxodo: “Este es el pan bajado del cielo. No es como el pan que comieron vuestros padres y después murieron. Quien come de este pan vivirá por siempre.”

• Juan 6,59: Termina el discurso en la sinagoga. Hasta aquí la conversación entre Jesús, la gente y los judíos en la sinagoga de Cafarnaún. Como aludimos anteriormente, el Discurso del Pan de Vida nos ofrece una imagen de cómo era la catequesis en aquel final del siglo primero en las comunidades cristianas de Asia Menor. Las preguntas de la gente y de los judíos reflejan las dificultades de los miembros de las comunidades. Y las respuestas de Jesús representan las aclaraciones para ayudarlos a superar las dificultades, a profundizar en su fe y a vivir más intensamente la eucaristía que se celebraba sobre todo en las noches del sábado al domingo, el Día del Señor.

4) Para la reflexión personal

• A partir del Discurso del Pan de Vida, la celebración de la Eucaristía recibe una luz muy fuerte y una enorme profundización. ¿Cuál es la luz que estoy percibiendo y que me ayuda a da un paso?
• Comer la carne y la sangre de Jesús, es el mandamiento que él nos da. ¿Cómo vivo la eucaristía en mi vida? Aunque no pueda ir a misa todos los días o los domingos, mi vida debe ser eucaristía. ¿Cómo alcanzar este objetivo?

5) Oración final

¡Alabad a Yahvé, todas las naciones,
ensalzadlo, pueblos todos!
Pues sólido es su amor hacia nosotros,
la lealtad de Yahvé dura para siempre. (Sal 117,1-2)

Fuentes:

Alforjas de Pastoral: 
https://alforjasdepastoral.wordpress.com

LECTIO DIVINA – JUEVES 09 DE MAYO: TIEMPO DE PASCUA

1) Oración inicial

Dios todopoderoso y eterno, que en estos días de Pascua nos has revelado más claramente tu amor y nos has permitido conocerlo con más profundidad; concede a quienes has liberado de las tinieblas del error adherirse con firmeza a las enseñanzas de tu verdad. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del Evangelio según Juan 6,44-51

Está escrito en los profetas: Serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.»

3) Reflexión

• Hasta aquí el diálogo entre Jesús y la gente. De aquí en adelante, los líderes judíos empiezan a entrar en la conversación, y la discusión se hace más tensa.

• Juan 6,44-46: Quien se abre para Dios, acepta a Jesús y su propuesta. La conversación se vuelve más exigente. Ahora son los judíos, los líderes del pueblo que murmuran: “Este Jesús ¿no es el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo dice que bajó del cielo?” (Jn 6,42) Ellos pensaban conocer las cosas de Dios. En realidad, no las conocían. Si fuesen realmente abiertos y fieles a Dios, sentirían dentro de sí el impulso de Dios que los atrae para Jesús y reconocerían que Jesús viene de Dios, ‘Pues está escrito en los Profetas: ¡Todos serán instruidos por Dios’. Todo aquel que escucha al Padre y recibe su instrucción viene a mí.

• Juan 6,47-50: Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. En la celebración de la pascua, los judíos recordaban el pan del desierto. Jesús nos ayuda a dar un paso más. Quien celebra la pascua recordando solamente el pan que los padres comieron en el pasado, acabarán muriendo como todos ellos. El verdadero sentido de la Pascua no es recordar el maná caído del cielo, sino aceptar a Jesús como el nuevo Pan de Vida y seguir el camino que él nos enseñó. Ahora ya no se trata de comer la carne del cordero pascual, sino de comer la carne de Jesús, para que no perezca aquel que la come, sino que tenga ¡la vida eterna!

• Juan 6,51: Quien come de este pan vivirá eternamente. Y Jesús termina diciendo: “Yo soy el pan de vida bajado del cielo. Si uno come de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo le voy a dar es mi carne por la vida del mundo.” En vez del maná y en vez del cordero pascual, somos convidados a comer el nuevo maná y el nuevo cordero pascual que es Jesús mismo que se entregó en la Cruz por la vida de todos.

• El nuevo Éxodo. La multiplicación de los panes aconteció cerca de Pascua (Jn 6,4). La fiesta de pascua era la memoria peligrosa del Éxodo, la liberación del pueblo de las garras del faraón. Todo el episodio narrado en este capítulo 6 del evangelio de Juan tiene un paralelo en los episodios relacionados con la fiesta de pascua, tanto con la liberación de Egipto como con la caminada del pueblo en el desierto en busca de la tierra prometida. El Discurso del Pan de Vida, hecho en la sinagoga de Cafarnaún, está relacionado con el capítulo 16 del libro del Éxodo que habla del Maná. Merece la pena leer todo este capítulo 16 del Éxodo. Percibiendo las dificultades del pueblo en el desierto, podemos comprender mejor las enseñanzas de Jesús aquí en el capítulo 6 del evangelio de Juan. Por ejemplo, cuando Jesús habla de “un alimento que perece” (Jn 6,27) el está recordando el maná que se llenaba de gusanos y se pudría (Ex 16,20). Asimismo, cuando los judíos “murmuraban” (Jn 6,41), hacen lo mismo que los israelitas hacían en el desierto, cuando dudaban de la presencia de Dios en medio de ellos durante la travesía (Es 16,2; 17,3; Núm 11,1). La falta de alimentos hacía que la gente dudara de Dios y empezara a murmurar contra Moisés y contra Dios. Aquí también los judíos dudan de la presencia de Dios en Jesús de Nazaret y empiezan a murmurar (Jn 6,41-42).

4) Para la reflexión personal

• La eucaristía ¿me ayuda a vivir en estado permanente de Éxodo? ¿Lo estoy consiguiendo?
• Quien está abierto a la verdad encuentra en Jesús la respuesta. Hoy, mucha gente se aleja y no encuentra una respuesta. ¿Es culpa de quién? ¿De las personas que no quieren escuchar? ¿O de los cristianos que no sabemos presentar el evangelio como un mensaje de vida?

5) Oración final

Venid, escuchad y os contaré,
vosotros, los que estáis por Dios,
todo lo que ha hecho por mí.
Mi boca lo invocó,
mi lengua lo ensalzó. (Sal 66,16-17)

Fuentes:

Alforjas de Pastoral: 
https://alforjasdepastoral.wordpress.com

LECTIO DIVINA – MIÉRCOLES 08 DE MAYO: TIEMPO DE PASCUA

1) Oración inicial

Ven, Señor, en ayuda de tu familia, y a cuantos hemos recibido el don de la fe concédenos tener parte en la herencia eterna de tu Hijo resucitado. Que vive y reina.

2) Lectura

Del Evangelio según Juan 6,35-40

Les dijo Jesús: «Yo soy el pan de vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed. Pero ya os lo he dicho: Me habéis visto y no creéis. Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera; porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día.»

3) Reflexión

• Juan 6,35-36: Yo soy el pan de vida. Entusiasmado con la perspectiva de tener el pan del cielo del que hablaba Jesús y que da vida para siempre (Jn 6,33), la gente pide: “¡Señor, danos siempre de este pan!” (Jn 6,34). Pensaban que Jesús estuviese hablando de un pan especial. Por esto de forma interesada piden: “¡Danos siempre de este pan!” Este pedido de la gente recuerda la conversación de Jesús con la Samaritana. Jesús había dicho que ella podría tener dentro de sí la fuente de agua que brota para la vida eterna, y ella de forma interesada pide: “¡Señor dame de esta agua!” (Jn 4,15). La Samaritana no percibe que Jesús no está hablando de agua material. Asimismo, la gente no se da cuenta de que Jesús no está hablando del pan material. Por eso, Jesús responde bien claramente: “¡Yo soy el pan de vida! El que venga a mí no tendrá hambre y el que venga a mí no tendrá nunca sed”. Comer el pan del cielo es lo mismo que creer en Jesús. Es creer que él vino del cielo como revelación del Padre. Es aceptar el camino que él enseñó. Pero la gente, a pesar de estar viendo a Jesús, no cree en él. Jesús percibe la falta de fe y dice: “Me habéis visto y no creéis”.

• Juan 6,37-40: Hacer la voluntad de aquel que me envió. Después de la conversación con la Samaritana, Jesús había dicho a los discípulos: “Mi alimento es hacer la voluntad del Padre que está en los cielos” (Jn 4,34). Aquí, en la conversación con la gente sobre el pan del cielo, Jesús se refiere al mismo asunto: “Porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día.” Este es el alimento que el pueblo debe buscar: hacer la voluntad del Padre del cielo. Es éste el pan que sustenta la vida de las personas y les da rumbo. Aquí comienza la vida eterna, vida que es más fuerte que la muerte. Si estuviésemos verdaderamente dispuestos a hacer la voluntad del Padre, no tendríamos dificultad en reconocer al Padre presente en Jesús.

• Juan 6,41-43: Los judíos murmuran. El evangelio de mañana comienza con el versículo 44 (Jn 6,44-51) y salta los versículos de 41 a 43. En el versículo 41, empieza la conversación con los judíos, que critican a Jesús. Aquí damos una breve explicación del significado de la palabra judío en el evangelio de Juan para evitar que una lectura superficial alimente en nosotros los cristianos el sentimiento de anti-semitismo. Antes de todo, es bueno recordar que Jesús era judío y lo sigue siendo (Jn 4,9). Judíos eran sus discípulos y discípulas. Las primeras comunidades cristianas eran todas de judíos que aceptaban a Jesús como Mesías. Solo después, poco a poco, en las comunidades del Discípulo Amado, griegos y paganos comenzaban a ser aceptados en pie de igualdad con lo judíos. Eran comunidades más abiertas. Pero esta apertura no era aceptada por todos. Algunos cristianos venidos del grupo de los fariseos querían mantener la “separación” entre judíos y paganos (He 15,5). La situación era muy crítica después de la destrucción de Jerusalén en el año 70. Los fariseos se convierten en la corriente religiosa dominante en el judaísmo y empiezan a definir directivas religiosas para todo el pueblo de Dios: suprimir el culto en lengua griega; adoptar únicamente el texto bíblico en hebraico; definir la lista de los libros sagrados eliminando los libros que estaban sólo en la traducción griega de la Biblia: Tobías, Judith, Ester; Baruc, Sabiduría, Eclesiástico y los dos libros de los Macabeos; segregar a los extranjeros; no comer ninguna comida sospechosa de impureza o de haber sido ofrecida a los ídolos. Todas estas medidas asumidas por los fariseos repercutían en las comunidades de los judíos que aceptaban a Jesús como Mesías. Estas comunidades habían caminado mucho. La apertura para los paganos era irreversible. La Biblia en griego ya era usada, desde hacía mucho tiempo. Así, lentamente, crece un distanciamiento mutuo entre cristianismo y judaísmo. Las autoridades judaicas en los años 85-90 empiezan a discriminar quienes siguen aceptando a Jesús de Nazaret como Mesías (Mt 5, 11-12; 24,9-13). Quien seguía permaneciendo en la fe de Jesús era expulsado de la sinagoga (Jn 9,34). Muchas de las comunidades cristianas temían esta expulsión (Jn 9,22), ya que significaba perder el apoyo de una institución fuerte y tradicional como la sinagoga. Los que eran expulsados perdían los privilegios legales que los judíos habían conquistado a lo largo de los siglos dentro del imperio. Las personas expulsadas perdían hasta la posibilidad de tener un entierro decente. Era un riesgo muy grande. Esta situación de conflicto del final del primer siglo repercute en la descripción del conflicto de Jesús con los fariseos. Cuando el evangelio de Juan habla de judíos no está hablando del pueblo judío en general, sino que está pensando mucho más en aquellas pocas autoridades farisaicas que estaban expulsando a los cristianos de las sinagogas en los años 85-90, época en la que el evangelio fue escrito. No podemos permitir que estas afirmaciones sobre los judíos hagan crecer el antisemitismo entre los cristianos.

4) Para la reflexión personal

• Anti-semitismo: mira bien dentro de ti y arranca cualquier resto de anti-semitismo.
• Comer el pan del cielo es creer en Jesús. Esto ¿cómo me ayuda a vivir mejor la eucaristía?

5) Oración final

Aclama a Dios, tierra entera,
cantad a su nombre glorioso,
dadle honor con alabanzas,
decid a Dios: ¡Qué admirables tus obras! (Sal 66,1-3)

Fuentes:

Alforjas de Pastoral: 
https://alforjasdepastoral.wordpress.com

LECTIO DIVINA – MARTES 07 DE MAYO: TIEMPO DE PASCUA

1) Oración inicial

Señor, tú que abres las puertas de tu reino a los que han renacido del agua y del Espíritu, acrecienta la gracia que has dado a tus hijos, para que, purificados ya de sus pecados, alcancen todas tus promesas. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del Evangelio según Juan 6,30-35

Ellos entonces le dijeron: «¿Qué signo haces para que viéndolo creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: Pan del cielo les dio a comer.» Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: No fue Moisés quien os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo.» Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan.» Les dijo Jesús: «Yo soy el pan de vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed.

3) Reflexión

• El Discurso del Pan de Vida no es un texto que hay que discutir o disecar, sino un texto que hay que meditar y rumiar. Por esto, si no se entiende todo, no hay porqué preocuparse. Este texto del Pan de Vida exige toda una vida para meditarlo y profundizarlo. Un testo así, la gente lo debe leer, meditar, rezar, pensar, leer de nuevo, repetir, rumiar, como se hace con un buen caramelo en la boca. Tenerlo en la boca, dándole vueltas, hasta que se acaba. Quien lee el Cuarto Evangelio superficialmente puede quedarse con la impresión de que Juan repite siempre la misma cosa. Leyendo con más atención, es posible percibir que no se trata de repeticiones. El autor del Cuarto Evangelio tiene su propia manera de repetir el mismo asunto, pero a un nivel cada vez más profundo. Parece como una escalera de caracol. Girando uno llega al mismo lugar pero a un nivel más profundo.

• Juan 6,30-33: ¿Qué señal realizas para que podamos creer? La gente había preguntado: ¿Qué debemos hacer para realizar la obra de Dios? Jesús responde “La obra de Dios es creer en aquel que le ha enviado”, esto es, creer en Jesús. Por esto la gente formula una nueva pregunta: “¿Qué señal realizas para que podamos ver y creer en ti? ¿Cuál es tu obra?” Esto significa que no entendieron la multiplicación de los panes como una señal de parte de Dios para legitimar la multiplicación de los panes como una señal de parte de Dios para legitimar a Jesús ante el pueblo como un enviado de Dios. Y siguen argumentando: En el pasado, nuestros padres comieron el maná que les fue dado por Moisés. Ellos lo llamaron “pan del cielo” (Sab 16,20), o sea, “pan de Dios”. Moisés sigue siendo un gran líder, en quien ellos creen. Si Jesús quiere que la gente crea en el, tiene que hacer una señal mayor que la de Moisés. “¿Cuál es tu obra?”

• Jesús responde que el pan dado por Moisés no era el verdadero pan del cielo. Venía de arriba, sí, pero no era el pan de Dios, pues no garantizó la vida para nadie. Todos murieron en el desierto. (Jn 6,49). El verdadero pan del cielo, el pan de Dios, es el pan que vence la muerte y trae vida. Es aquel que desciende del cielo y da la vida al mundo. ¡Es Jesús! Jesús trata de ayudar a la gente a liberarse de los esquemas del pasado. Para él, fidelidad al pasado no significa encerrarse en las cosas antiguas y no aceptar la renovación. Fidelidad al pasado es aceptar lo nuevo que llega como fruto de la semilla plantada en el pasado.

• Juan 6,34-35: Señor, ¡danos siempre de este pan! Jesús responde claramente: “¡Yo soy el pan de vida!” Comer el pan del cielo es lo mismo que creer en Jesús y aceptar el camino que él nos ha enseñado, a saber: “¡Mi alimento es hacer la voluntad del Padre que está en el cielo!” (Jn 4,34). Este es el alimento verdadero que sustenta a la persona, que da un rumbo a la vida, y que trae vida nueva. Este último versículo del evangelio de hoy (Jn 6,35) será retomado como primer versículo del evangelio de mañana (Jn 6,35-40).

4) Para la reflexión personal

• Hambre de pan, hambre de Dios. ¿Cuál de las dos predomina en mí?
• Jesús dijo: “Yo soy el pan de vida”. El sacia el hambre y la sed. ¿Qué experiencia tengo de esto?

5) Oración final

En ti, Yahvé, me cobijo,
¡nunca quede defraudado!
¡Líbrame conforme a tu justicia,
tiende a mí tu oído, date prisa!
Sé mi roca de refugio,
alcázar donde me salve. (Sal 31,2-3)

Fuentes:

Alforjas de Pastoral: 
https://alforjasdepastoral.wordpress.com

LECTIO DIVINA – LUNES 06 DE MAYO: TIEMPO DE PASCUA

1) Oración inicial

¡Oh Dios, que muestras la luz de tu verdad a los que andan extraviados, para que puedan volver al buen camino!; concede a todos los cristianos rechazar lo que es indigno de este nombre y cumplir cuanto en él se significa. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del Evangelio según Juan 6,22-29

Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar vio que allí no había más que una barca y que Jesús no había montado en la barca con sus discípulos, sino que los discípulos se habían marchado solos. Pero llegaron barcas de Tiberíades cerca del lugar donde habían comido pan. Cuando la gente vio que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún, en busca de Jesús. Al encontrarle a la orilla del mar, le dijeron: «Rabí, ¿cuándo has llegado aquí?» Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado. Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello.» Ellos le dijeron: « ¿Qué hemos de hacer para obrar las obras de Dios?» Jesús les respondió: «La obra de Dios es que creáis en quien él ha enviado.»

3) Reflexión

• En el evangelio de hoy iniciamos la reflexión sobre el Discurso del Pan de Vida (Jn 6,22-71), que se prolongará durante los próximos seis días, hasta el final de esta semana. Después de la multiplicación de los panes, el pueblo se fue detrás de Jesús. Había visto el milagro, había comido hasta saciarse y ¡quería más! No trató de buscar la señal o la llamada de Dios que había en todo esto. Cuando la gente encontró a Jesús en la sinagoga de Cafarnaún, tuvo con él una larga conversación, llamada el Discurso del Pan de Vida. No es propiamente un discurso, pero se trata de un conjunto de siete breves diálogos que explican el significado de la multiplicación de los panes como símbolo del nuevo Éxodo y de la Cena Eucarística.

• Es bueno tener presente la división del capítulo para poder percibir mejor su sentido:

6,1-15: el pasaje sobre la multiplicación de los panes
6,16-21: la travesía del lago, y Jesús que camina sobre las aguas
6,22-71: el diálogo de Jesús con la gente, con los judíos y con los discípulos
1º diálogo: 6,22-27  con la gente: la gente busca a Jesús y lo encuentra en Cafarnaún
2º diálogo: 6,28-34  con la gente: la fe como obra de Dios y el maná en el desierto
3º diálogo: 6,35-40  con la gente: el pan verdadero es hacer la voluntad de Dios
4º diálogo: 6,41-51  con los judíos: murmuraciones de los judíos
5º diálogo: 6,52-58  con los judíos: Jesús y los judíos
6º diálogo: 6,59-66  con los discípulos: reacción de los discípulos
7º diálogo: 6,67-71  con los discípulos: confesión de Pedro

• La conversación de Jesús con la gente, con los judíos y con los discípulos es un diálogo bonito, pero exigente. Jesús trata de abrir los ojos de la gente para que aprenda a leer los acontecimientos y descubra en ellos el rumbo que debe tomar en la vida. Pues no basta ir detrás de las señales milagrosas que multiplican el pan para el cuerpo. No de sólo pan vive el hombre. La lucha por la vida sin una mística no alcanza la raíz. En la medida en que va conversando con Jesús, la gente se queda cada vez más contrariada por las palabras de Jesús, pero él no cede, ni cambia las exigencias. El discurso parece moverse en espiral. En la medida en que la conversación avanza, hay cada vez menos gente que se queda con Jesús. Al final quedan solamente los doce, y Jesús ¡no puede confiar ni siquiera en ellos! Hoy sucede lo mismo. Cuando el evangelio empieza a exigir un compromiso, mucha gente se aleja.

• Juan 6,22-27: La gente busca a Jesús porque quiere más pan. La gente va detrás de Jesús. Ve que no ha entrado en la barca con los discípulos y, por ello, no entiende cómo ha hecho para llegar a Cafarnaúm. Tampoco entiende el milagro de la multiplicación de los panes. La gente ve lo que acontece, pero no llega a entender todo esto como una señal de algo más profundo. Se detiene en la superficie: en la hartura de la comida. Busca pan y vida, pero sólo para el cuerpo. Según la gente, Jesús hizo lo que Moisés había hecho en el pasado: alimentar a todos en el desierto, hasta la saciedad. Yendo detrás de Jesús, ellos querían que el pasado se repitiera. Pero Jesús pide a la gente que dé un paso más. Además del trabajo por el pan que perece, debe trabajar por el alimento que no perece. Este nuevo alimento lo dará el Hijo del Hombre, indicado por Dios mismo. El nos da la vida que dura por siempre. El abre para nosotros un horizonte sobre el sentido de la vida y sobre Dios.

• Juan 6,28-29: ¿Cuál es la obra de Dios? La gente pregunta: ¿Qué debemos hacer para realizar este trabajo (obra) de Dios? Jesús responde que la gran obra que Dios nos pide “es creer en aquel que Dios envió”. O sea, ¡creer en Jesús!

4) Para la reflexión personal

• La gente tenía hambre, comió el pan y buscó más pan. Buscó el milagro y no la señal de Dios que en el milagro se escondía. ¿Qué es lo que más busco en mi vida: el milagro o la señal?
• Por un momento, haz silencio dentro de ti y pregúntate: “Creer en Jesús: ¿qué significa esto para mí, bien concretamente en mi vida de cada día?”

5) Oración final

Señor, te conté mi vida y me respondiste,
enséñame tus preceptos.
Indícame el camino hacia tus mandatos
y meditaré en todas tus maravillas. (Sal 119,26-27)

Fuentes:

Alforjas de Pastoral: 
https://alforjasdepastoral.wordpress.com

LECTIO DIVINA – DOMINGO 05 DE MAYO: TIEMPO DE PASCUA

El amor nos hace reconocer la presencia del Señor
La invitación a la Eucaristía del Resucitado
Juan 21,1-19

1. Oración inicial

Envía, oh Padre, tu santo Espíritu, para que la noche infructuosa de nuestra vida se transforme en el alba radiante en la que reconocemos a tu Hijo Jesús presente en medio de nosotros. Aletee tu Espíritu sobre las aguas de nuestro mar, como en el principio de la creación y se abran nuestros corazones a la invitación de amor del Señor, para participar en el banquete preparado de su Cuerpo y de su Palabra. Arda en nosotros, oh Padre, tu Espíritu, para que nos convirtamos en testigos de Jesús como Pedro, como Juan, como los otros discípulos y vayamos también nosotros cada día a la pesca de tu reino. Amén.

2. La palabra que el Señor me regala hoy

Antes de nada me pongo en posición de escucha leyendo con atención y amor este pasaje de Juan. Sé que es un pasaje pascual, que es una Palabra rica de luz, de presencia, de gracia; sé que es el buen alimento preparado para mí. Trato de estar atento, en la lectura, desde este primer paso para no ceder nada, para no estar en la superficie. Leo atentamente, acercando mi corazón a los personajes, a las palabras que el evangelista usa; poniendo atención a las indicaciones de los lugares, de los tiempos. Soy como Lázaro, que quiere recoger toda migaja de la mesa del Señor.

a) Lectura del texto:

1 Después de esto, se manifestó Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se manifestó de esta manera. 2 Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. 3 Simón Pedro les dice: «Voy a pescar.» Le contestan ellos: «También nosotros vamos contigo.» Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada.
4 Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. 5 Díceles Jesús: «Muchachos, ¿no tenéis nada que comer?» Le contestaron: «No.» 6 Él les dijo: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.» La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces. 7 El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: «Es el Señor».Cuando Simón Pedro oyó «es el Señor», se puso el vestido -pues estaba desnudo- y se lanzó al mar. 8Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho de tierra, sino unos doscientos codos.
9 Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brasas y un pez sobre ellas y pan. 10 Díceles Jesús: «Traed algunos de los peces que acabáis de pescar.» 11 Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red. 12 Jesús les dice: «Venid y comed.» Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres tú?», sabiendo que era el Señor. 13 Viene entonces Jesús, toma el pan y se lo da; y de igual modo el pez. 14 Esta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.
15 Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos.» 16 Vuelve a decirle por segunda vez: «Simón de Juan, ¿me amas?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas.» 17 Le dice por tercera vez: «Simón de Juan, ¿me quieres?» Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas. 18 «En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras.» 19 Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme.»

b) Comentario del pasaje:

Siento la necesidad, ahora, después de este primer contacto con el pasaje, de entender mejor el contexto en el que está colocado. Tomo la Biblia en mis manos y no me dejo arrastrar de las primeras impresiones superficiales: quiero ponerme a buscar y a escuchar. Estoy en el capítulo 21 de Juan, prácticamente al final del Evangelio y todo final contiene en sí todo lo que le ha precedido, todo lo que poco a poco se ha formado. Esta pesca en el mar de Tiberíades me envía con fuerza y claridad al principio del Evangelio, donde Jesús llama a los primeros discípulos, los mismos que se hayan ahora presentes aquí: Pedro, Santiago y Juan, Natanael. La comida con Jesús, el almuerzo con el pan y los peces me lleva al capítulo 6, donde se describe la gran multiplicación de los panes, la revelación del Pan de Vida. El coloquio íntimo y personal de Jesús con Pedro, su triple pregunta: “¿Me amas?” me conduce de nuevo a la noche de la Pascua, donde Pedro había negado al Señor por tres veces.

Y después, si apenas miro un poco más hacia atrás en el Evangelio, encuentro las estupendas páginas de la resurrección: la carrera de la Magdalena y de las mujeres al sepulcro en la noche, el descubrimiento de la tumba vacía, la carrera de Pedro y Juan, el inclinarse los dos sobre el sepulcro, su contemplación, su fe: encuentro todavía a los once encerrados en el cenáculo y la aparición de Jesús resucitado, el don del Espíritu, la ausencia y la incredulidad de Tomás, recuperada después por otra nueva aparición; escucho la proclamación de aquella estupenda bienaventuranza, que es para todos nosotros hoy, llamados a creer, sin haber visto.

Y después de estas cosas llego yo también aquí, sobre las aguas de este mar, en una noche sin pesca, sin nada entre las manos. Pero precisamente aquí, precisamente en este punto soy alcanzado, soy envuelto por la manifestación, por la revelación del Señor. Estoy aquí, por tanto, para reconocerlo yo también, para arrojarme en el mar y alcanzarlo, para participar en su banquete, para dejar excavar dentro de sus preguntas, de sus palabras, para que, una vez más, Él pueda repetirme: “¡Sígueme!” y yo finalmente, le diga mi “¡Aquí estoy!”, más lleno, más verdadero, válido para siempre.

c) Subdivisión del pasaje:

Caigo de pronto en la cuenta que el pasaje está formado de dos grandes escenas, a cuál más bella, que encuentran su punto de división y también de unión en los vv. 14-15 donde el evangelista pasa del trato entre Jesús y los discípulos al encuentro íntimo de Jesús con Pedro. Es un recorrido fortísimo de acercamiento al Señor, que está preparado también para mí, que en este momento me acerco a esta Palabra. Para conseguir entrar mejor aún, intento pararme en las escenas y pasajes, aunque sen mínimos, que se me presentan.

v.1: Con doble repetición del verbo “manifestarse”, Juan atrae nuestra atención sobre un hecho que está por cumplirse. La potencia de la resurrección de Jesús no ha terminado todavía de invadir la vida de los discípulos y por tanto de la Iglesia; se necesita disponerse a acoger la luz, la presencia, la salvación que Cristo nos da. Y como se manifiesta ahora en este pasaje, así continuará siempre manifestándose en la vida de los creyentes. También en la nuestra.

vv. 2-3: Pedro y los otros seis discípulos salen del encierro del cenáculo y se lanzan fuera, hacia el mar para pescar, pero después de toda una noche de fatiga, no pescan nada. Es la obscuridad, la soledad, la incapacidad de las fuerzas humanas.

vv. 4-8: Finalmente despunta el alba, vuelve la luz y aparece Jesús erguido sobre la ribera del mar. Pero los discípulos no lo reconocen todavía: tienen necesidad de realizar un camino interior muy fuerte: La iniciativa es del Señor que, con sus palabras, les ayuda a tomar conciencia de su necesidad de su condición: no tienen nada para comer. Entonces les invita a tirar otra vez la red. La obediencia a su Palabra cumple el milagro y la pesca es superabundante. Juan, el discípulo del amor, reconoce al Señor y grita su fe a los otros discípulos. Pedro se adhiere inmediatamente y se arroja al mar para alcanzar lo más pronto a su Señor y Maestro. Los otros, a su vez, se acercan, arrastrando la barca y la red.

vv. 9-14: La escena se desenvuelve en tierra firme, donde Jesús está esperando a los discípulos. Aquí se realiza el banquete: el pan de Jesús está unido a los peces de los discípulos, su vida y su don se convierte en una sola cosa con la vida y el don de ellos. Es la fuerza de la Palabra que se hace carne, se convierte en existencia.

vv. 15-18: Ahora Jesús habla directamente al corazón de Pedro; es un momento de amor muy fuerte, del que no me puedo quedar fuera, porque precisamente esas palabras del Señor son escritas y repetidas también para mí, hoy. Una declaración recíproca de amor, confirmada por tres veces, capaz de superar todas las infidelidades, las debilidades, las cesiones. Desde ahora comienza una vida nueva, para Pedro y también para mí, si lo quiero.

v. 19: Este versículo, que cierra el pasaje, es algo particular, porque presenta un comentario del evangelista y de pronto deja resonar de nuevo la palabra de Jesús para Pedro, palabra fortísima y definitiva: “¡ Sígueme!”, a la cual no hay otra respuesta que la vida misma.

3. Un momento de silencio orante

Cuando llego a este punto, me paro y recojo en mi corazón todas las palabras que he leído y escuchado. Intento hacer como María, que tomaba entre sus manos las palabras de su Señor y las confrontaba, las sopesaba, las dejaba hablar por sí misma, sin interpretaciones, ni cambios, sin quitar o añadir nada. Hago silencio, descanso en este pasaje, recorriéndolo de nuevo con el corazón.

4. Algunas preguntas

Ahora es importante que yo me deje interpelar por esta palabra, que me deje excavar dentro, que me deje alcanzar. Necesito que mi vida sea tocada por los dedos del Señor, como si fuera un instrumento que Él quisiese tocar. No debo echarme para atrás, esconderme, hacer como que todo va bien, siguiendo sólo los bellos razonamientos de la cabeza. ; es el corazón el que debe ponerse desnudo; es el alma la que debe ser alcanzada en su punto más profundo, como dice la carta a los Hebreos (4, 12).

• “Salieron y entraron en la barca” (v.3). ¿Estoy dispuesto, yo también, a hacer este recorrido de conversión? ¿Me dejo despertar por esta invitación de Jesús? ¿O prefiero seguir escondido, detrás de mis puertas cerradas por el miedo, como estaban los discípulos en el cenáculo?¿Quiero decidirme a salir, a ir en pos de Jesús, a dejarme enviar por Él? Hay una barca siempre para mí, hay una vocación de amor que el Señor me ha dado. ¿Cuándo me decidiré a responder de verdad?

• “Y en aquella noche no pescaron nada” (ibi.) ¿Tengo el valor de dejarme decir por el Señor que en mí existe el vacío, que es de noche, que no tengo nada entre las manos?¿Tengo el valor de reconocerme necesitado de Él, de su presencia?¿Quiero revelarle mi corazón, lo más profundo de mí mismo, lo que trato siempre de ocultar, de negar? Él lo sabe todo, me conoce hasta el fondo; ve que no tengo nada que comer; pero soy yo el que debe darse cuenta, el que debo llegarme a Él con las manos vacía, ojalá llorando, con el corazón lleno de tristeza y angustia. Si no doy este paso no surgirá la verdadera luz, el alba de mi día nuevo.

• “Echad la red a la derecha” (v.6) El Señor me habla claramente; hay un momento en el que, gracias a una persona, a un encuentro de oración, a una Palabra escuchada, yo comprendo claramente lo que debo hacer. El mandato es clarísimo: se necesita sólo escuchar y obedecer. “Echa la red a la derecha”, me dice el Señor. ¿Tengo el valor de fiarme de Él, finalmente, o quiero continuar a hacer lo que me venga a la cabeza, a tomar mis medidas? Mi red ¿quiero echarla por Él?

• “Simón Pedro… se echó al mar” No sé si podré encontrar un versículo más bello que éste. Pedro se arrojó el mismo, como la viuda en el templo arrojó todo cuanto tenía para vivir, como el endemoniado curado (Mc 5,6), como Jairo, como la hemorroisa, como el leproso, que se arrojaron a los pies de Jesús, dejándole a Él sus vidas. O como Jesús mismo, que se arrojó a tierra y oraba a su Padre (Mc 14, 35). Ahora es mi momento. ¿Quiero yo también arrojarme en el mar de la misericordia, del amor del Padre, quiero entregarle a Él toda mi vida, mi persona, mis dolores, las esperanzas, los deseos, mis pecados, mis ganas de volver a empezar? Sus brazos están preparados para recogerme, más todavía, estoy seguro: será Él quien se arroje a mi cuello, como está escrito: “El padre lo vio de lejos, corrió a su encuentro y se arrojó al cuello y lo besó”

• Traed de los peces que habéis pescado ahora” (v.10) El Señor me pide unir su alimento al mío, su vida a la mía. Y como se trata de peces, significa que el evangelista está hablando de personas, aquellas a las que el mismo Señor quiere salvar, por mi pesca. Porque por esto Él me envía. Y a su mesa, a su fiesta, Él me espera, pero espera también a todos aquellos hermanos y hermanas que en su amor Él entrega a mi vida. No puedo ir a Jesús solo. Esta palabra, por tanto, me pide si estoy dispuesto a acercarme al Señor, a sentarme a su mesa, a hacer Eucaristía con Él y si estoy dispuesto a gastar mi vida, mis fuerzas, para llevar conmigo a muchos hermanos a Él. Debo mirar mi corazón con sinceridad y descubrir mis resistencias, mis obstáculos a Él y a los demás.

• “¿Me amas tú?” (v.15) ¿Cómo hago para responder a esta pregunta? ¿Quién tiene el valor de proclamar su amor por Dios? Mientras tanto salen a relucir todas mis infidelidades, mis negaciones; porque lo que le ha sucedido a Pedro forma parte de mi vida, de mi historia. Pero no quiero que este miedo me bloquee y me haga retroceder; ¡no! Yo quiero andar con Jesús, estar con Él, quiero acercarme y decirle que, sí, yo lo amo, lo quiero mucho. Tomo prestadas las palabras de Pedro y las hago mías, me las escribo en el corazón, las repito. Las rumio, las hago respirar y vivir en mi vida y después cobro ánimo y digo delante del rostro de Jesús: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo”. Así como soy, yo lo amo. Gracias Señor, que me pides el amor, que me esperas, que me deseas; gracias porque tú gozas con mi pobre amor.

• “Apacientas mis ovejas…Sígueme” (vv. 15.19) Bueno, el pasaje acaba así y permanece abierto, continúa hablándome. Esta es la Palabra que el Señor me entrega, para que yo la realice en mi vida, de hoy en adelante. Quiero aceptar la misión que el Señor me confía; quiero responder a su llamada y quiero seguirlo, a donde Él me lleve. Cada día, en las cosas pequeñas.

5. Una clave de lectura

El encuentro con esta Palabra de Jesús ha tocado profundamente mi corazón, mi vida y siento que no existe sólo la historia de Pedro, de Juan y de los otros discípulos, sino que existe también la mía. Quisiera que lo que se ha escrito de ellos se realizase también en mí. En particular me atrae la experiencia de Pedro, de su camino de conversión tan fuerte: comienza con la caída, con la negación y llega al sí más pleno, más luminoso al Señor Jesús. Quiero que esto suceda también en mí. Pruebo, ahora, a recorrer este pasaje estupendo, estando atento en especial al camino de Pedro, a sus movimientos, a sus reacciones. Es como un bautismo de amor.

Pedro es el primero que toma la iniciativa y anuncia a sus hermanos su decisión de salir a pescar. Pedro va hacia el mar, que es el mundo, va hacia los hermanos, porque sabe que ha sido constituido pescador de hombres (Lc 5,10) igual que Jesús, que había salido del Padre para venir a plantar su tienda en medio de nosotros. Y también Pedro es el primero en reaccionar al anuncio de Juan que reconoce a Jesús presente en la orilla: se pone el vestido y se arroja al mar. Me parecen alusiones fuertes al bautismo, como si Pedro quisiese definitivamente borrar su pasado en aquellas aguas, como hace un catecúmeno que entra en la fuente bautismal. Pedro se entrega a esta agua purificadoras, se deja curar: se arroja en ellas, llevando consigo sus presunciones, sus culpas, el peso de la negación, el llanto. Para salir hombre nuevo al encuentro de su Señor. Antes de arrojarse, Pedro se ciñe el vestido, así como Jesús antes que él se había ceñido para lavar los pies de los discípulos en la última cena. Es el vestido del siervo, del que se entrega a los hermanos y precisamente este vestido cubre su desnudez. Es el vestido mismo del Señor, que lo envuelve en su amor y su perdón. Gracias a este amor Pedro podrá salir del mar, podrá resurgir, comenzar de nuevo. También se ha dicho de Jesús que salió del agua después de su bautismo: el mismo verbo, la misma experiencia unen al Maestro y al discípulo. ¡Pedro es ya un hombre nuevo! Por esto podrá afirmar por tres veces que ama al Señor. Aunque permanezca abierta en él la herida de su triple negación, ésta no es la última palabra: sino que es precisamente aquí donde Pedro conoce el perdón del Señor y conoce su debilidad, que se le descubre como el lugar de un amor más grande. Pedro recibe amor, un amor que va bien más allá de su traición, de su caída: un amor que lo hace capaz de servir a los hermanos, de llevarlos a pastar a las praderas jugosas del Señor. Pedro se convertirá además de otras cosas en el Pastor bueno, como el mismo Jesús: también, en efecto, dará la vida por el rebaño, extenderá las manos a la crucifixión, como afirman las fuentes históricas. Crucificado con la cabeza hacia abajo, Pedro estará totalmente en esta posición, pero en el misterio de amor él se enderezará verdaderamente y llevará a cumplimiento aquel bautismo iniciado en el momento en el que se había arrojado al mar con el vestido. Se convierte entonces en un cordero que sigue al Pastor hasta la muerte.

6. Un momento de oración

Concluyo esta experiencia con la Palabra del Señor por medio de la oración de un salmo, que me ayude a hacer memoria de cuanto he escuchado y rumiado y que me acompañe, mientras vuelvo a mis ocupaciones diarias, para continuar amando.

Salmo 23

Mi alma tiene sed de Ti, Señor.

Yahvé es mi pastor, nada me falta.
En verdes pastos me hace reposar.
Me conduce a fuentes tranquilas,
allí reparo mis fuerzas.
Me guía por cañadas seguras
haciendo honor a su nombre.

Aunque fuese por valle tenebroso,
ningún mal temería,
pues tú vienes conmigo;
tu vara y tu cayado me sosiegan.

Preparas ante mí una mesa,
a la vista de mis enemigos;
perfumas mi cabeza,
mi copa rebosa.
Bondad y amor me acompañarán
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa de Yahvé
un sinfín de días.

7. Oración final

Gracias, ¡oh Padre! por haberme acompañado más allá de la noche, hacia el nuevo alba donde me ha salido al encuentro tu Hijo Jesús. Gracias por haber abierto mi corazón a la acogida de la Palabra y haber realizado el prodigio de una pesca sobreabundante en mi vida. Gracias por el bautismo en las aguas de la misericordia y del amor, por el banquete a la orilla del mar. Gracias por mis hermanos y hermanas que se sientan siempre conmigo a la mesa del Señor Jesús, ofrecido por nosotros. Y gracias porque no te cansas de acercarte a nuestra vida y de poner a seguro nuestro corazón, Tú que sólo lo puedes curar verdaderamente. Gracias, finalmente, por la llamada que también hoy me has dirigido, diciéndome: “¡Tú, sígueme!” ¡Oh, Infinito Amor, yo quiero ir contigo, llevarte a mis hermanos!

Fuentes:

Alforjas de Pastoral: 
https://alforjasdepastoral.wordpress.com