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DOMINGO DE RESURRECCIÓN: CRISTO HA RESUCITADO ¡ALELUYA! JUAN 20,1-9

El Domingo de Pascua o el Día de Pascua es el día más importante del año para todos los cristianos. Celebramos el momento glorioso en que Jesús, el Hijo del Dios vivo, se levantó del sepulcro luego de tres días de haber entregado su vida en la Cruz, resucitando de entre los muertos, derrotando al mal para siempre.

Jesús no está muerto. Él se levantó de la tumba, contra todas las mentiras y planes de Satanás, y prometió las más grandes y maravillosas promesas de su Reino.

Dos mil años después, la resurrección todavía predica la alianza de amor eterna de Dios en ganar cada victoria para ti si pones toda tu confianza en Él y no en las cosas del mundo.

Evangelio según San Juan 20,1-9.
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.
Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro.
Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes.
Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.
Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo,
y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte.
Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.
Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.

Comentario al Evangelio

El texto de Juan 20,1-9, que todos los años se proclama en este día de la Pascua, nos propone acompañar a María Magdalena al sepulcro, que es todo un símbolo de la muerte y de su silencio humano; nos insinúa el asombro y la perplejidad de que el Señor no está en el sepulcro; no puede estar allí quien ha entregado la vida para siempre. En el sepulcro no hay vida, y Él se había presentado como la resurrección y la vida (Jn 11,25). María Magdalena descubre la resurrección, pero no la puede interpretar todavía. En Juan esto es caprichoso, por el simbolismo de ofrecer una primacía al *discípulo amado+ y a Pedro. Pero no olvidemos que ella recibirá en el mismo texto de Jn 20,11ss una misión extraordinaria, aunque pasando por un proceso de no “ver” ya a Jesús resucitado como el Jesús que había conocido, sino “reconociéndolo” de otra manera más íntima y personal. Pero esta mujer, desde luego, es testigo de la resurrección.

La figura simbólica y fascinante del *discípulo amado+, es verdaderamente clave en la teología del cuarto evangelio. Éste corre con Pedro, corre incluso más que éste, tras recibir la noticia de la resurrección. Es, ante todo, «discípulo», y por eso es conveniente no identificarlo, sin más, con un personaje histórico concreto, como suele hacerse; él espera hasta que el desconcierto de Pedro pasa y, desde la intimidad que ha conseguido con el Señor por medio de la fe, nos hace comprender que la resurrección es como el infinito; que las vendas que ceñían a Jesús ya no lo pueden atar a este mundo, a esta historia. Que su presencia entre nosotros debe ser de otra manera absolutamente distinta y renovada.

La fe en la resurrección, es verdad, nos propone una calidad de vida, que nada tiene que ver con la búsqueda que se hace entre nosotros con propuestas de tipo social y económico. Se trata de una calidad teológicamente íntima que nos lleva más allá de toda miseria y de toda muerte absurda. La muerte no debería ser absurda, pero si lo es para alguien, entonces se nos propone, desde la fe más profunda, que Dios nos ha destinado a vivir con El. Rechazar esta dinámica de resurrección sería como negarse a vivir para siempre. No solamente sería rechazar el misterio del Dios que nos dio la vida, sino del Dios que ha de mejorar su creación en una vida nueva para cada uno de nosotros.

Por eso, creer en la resurrección, es creer en el Dios de la vida. Y no solamente eso, es creer también en nosotros mismos y en la verdadera posibilidad que tenemos de ser algo en Dios. Porque aquí, no hemos sido todavía nada, mejor, casi nada, para lo que nos espera más allá de este mundo. No es posible engañarse: aquí nadie puede realizarse plenamente en ninguna dimensión de la nuestra propia existencia. Más allá está la vida verdadera; la resurrección de Jesús es la primicia de que en la muerte se nace ya para siempre. No es una fantasía de nostalgias irrealizadas. El deseo ardiente del corazón de vivir y vivir siempre tiene en la resurrección de Jesús la respuesta adecuada por parte de Dios. La muerte ha sido vencida, está consumada, ha sido transformada en vida por medio del Dios que Jesús defendió hasta la muerte.

Oración

Mi Señor Resucitado, qué bueno es sentir tu presencia poderosa pero acogedora que despierta y llena de vida todos los ambientes que me rodean, alejando todo sentimiento de angustia y abandono.
Ayúdame a permanecer siempre cerca de Ti, porque solo de Ti me viene ese amor que me sostiene, esa fuerza que me restaura y todo ese poder para seguir luchando con valentía.
Gracias por tu eterno sacrificio de amor en la Cruz, por tu gloriosa resurrección que me invita renovar mi corazón en tus promesas, y gracias por todos los momentos de oración que hemos disfrutado juntos.
Ayúdame a reconocerte en todo momento, sentir que estás vivo y presente, sentir tu cercanía y la calidez de tu voz que consuela y trae la paz al alma. Sólo tu voz quiero seguir, solo tu voz quiero sentir.
Ayúdame a reconocer tu voz en las tristezas y alegrías, en los momentos de aflicción. Quiero recurrir a ella y rendirme a tu voluntad porque Tú has derrotado la muerte y me has dado el regalo de la salvación.
Te pido que sigas obrando en mí, sigue bendiciéndome y abriendo caminos de sanación, de salud, de fortaleza, de esperanzas. Capacítame con tu sabiduría para saber romper todo muro de dolor que no me deja avanzar.
Dame la gracia de poder liberarme de miedos y opresiones, de sentirme capacitado y valiente para salir y anunciar todo lo bueno de tus promesas.
Quiero nacer de nuevo en el Espíritu, rehacer mi vida para alabarte y adorarte, porque en ningunas otras manos yo podría estar más seguro.
Amén.

Propósito para hoy

Agradecer a Dios por todas sus manifestaciones de amor con la que se ha mostrado en tu vida: la familia, salud, trabajo, amigos, talentos.

Frase de reflexión

«Vale la pena acoger a toda vida, porque cada persona humana vale la sangre de Cristo mismo. ¡No se puede despreciar lo que Dios ha amado tanto!». Papa Francisco

Fuentes:

Dominicos: 
https://www.dominicos.org

Píldoras de Fe: 
https://www.pildorasdefe.net

SÁBADO SANTO: ¿PORQUE BUSCAN ENTRE LOS MUERTOS AL QUE ESTA VIVO? LUCAS 24,1-12

El Sábado Santo conmemora el comienzo del período en que Jesucristo permaneció muerto en el sepulcro antes de Su gloriosa Resurrección.

En el Sábado Santo se refleja la historia de nuestra salvación, de cómo el Dios de la vida y del amor se preparó para rescatarnos de las ataduras del pecado y la muerte. El Dios que nos creó, que llevó a un pueblo escogido y los liberó de la esclavitud, el Dios que se hizo hombre y fue levantado con Gloria desde la muerte venciendo todas las tinieblas. Ese es nuestro Dios, un Dios cercano, compasivo y lleno de vida.En este día Santo, se puede decir que Dios permanece oculto.

Evangelio según San Lucas 24,1-12.
El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado.
Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro
y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.
Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes.
Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: «¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?
No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que él les decía cuando aún estaba en Galilea:
‘Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día'».
Y las mujeres recordaron sus palabras.
Cuando regresaron del sepulcro, refirieron esto a los Once y a todos los demás.
Eran María Magdalena, Juana y María, la madre de Santiago, y las demás mujeres que las acompañaban. Ellas contaron todo a los Apóstoles,
pero a ellos les pareció que deliraban y no les creyeron.
Pedro, sin embargo, se levantó y corrió hacia el sepulcro, y al asomarse, no vio más que las sábanas. Entonces regresó lleno de admiración por lo que había sucedido.

Comentario al Evangelio

El texto de Juan 20,1-9, que todos los años se proclama en este día de la Pascua, nos propone acompañar a María Magdalena al sepulcro, que es todo un símbolo de la muerte y de su silencio humano; nos insinúa el asombro y la perplejidad de que el Señor no está en el sepulcro; no puede estar allí quien ha entregado la vida para siempre. En el sepulcro no hay vida, y Él se había presentado como la resurrección y la vida (Jn 11,25). María Magdalena descubre la resurrección, pero no la puede interpretar todavía. En Juan esto es caprichoso, por el simbolismo de ofrecer una primacía al *discípulo amado+ y a Pedro. Pero no olvidemos que ella recibirá en el mismo texto de Jn 20,11ss una misión extraordinaria, aunque pasando por un proceso de no “ver” ya a Jesús resucitado como el Jesús que había conocido, sino “reconociéndolo” de otra manera más íntima y personal. Pero esta mujer, desde luego, es testigo de la resurrección.

La figura simbólica y fascinante del *discípulo amado+, es verdaderamente clave en la teología del cuarto evangelio. Éste corre con Pedro, corre incluso más que éste, tras recibir la noticia de la resurrección. Es, ante todo, «discípulo», y por eso es conveniente no identificarlo, sin más, con un personaje histórico concreto, como suele hacerse; él espera hasta que el desconcierto de Pedro pasa y, desde la intimidad que ha conseguido con el Señor por medio de la fe, nos hace comprender que la resurrección es como el infinito; que las vendas que ceñían a Jesús ya no lo pueden atar a este mundo, a esta historia. Que su presencia entre nosotros debe ser de otra manera absolutamente distinta y renovada.

La fe en la resurrección, es verdad, nos propone una calidad de vida, que nada tiene que ver con la búsqueda que se hace entre nosotros con propuestas de tipo social y económico. Se trata de una calidad teológicamente íntima que nos lleva más allá de toda miseria y de toda muerte absurda. La muerte no debería ser absurda, pero si lo es para alguien, entonces se nos propone, desde la fe más profunda, que Dios nos ha destinado a vivir con El. Rechazar esta dinámica de resurrección sería como negarse a vivir para siempre. No solamente sería rechazar el misterio del Dios que nos dio la vida, sino del Dios que ha de mejorar su creación en una vida nueva para cada uno de nosotros.

Por eso, creer en la resurrección, es creer en el Dios de la vida. Y no solamente eso, es creer también en nosotros mismos y en la verdadera posibilidad que tenemos de ser algo en Dios. Porque aquí, no hemos sido todavía nada, mejor, casi nada, para lo que nos espera más allá de este mundo. No es posible engañarse: aquí nadie puede realizarse plenamente en ninguna dimensión de la nuestra propia existencia. Más allá está la vida verdadera; la resurrección de Jesús es la primicia de que en la muerte se nace ya para siempre. No es una fantasía de nostalgias irrealizadas. El deseo ardiente del corazón de vivir y vivir siempre tiene en la resurrección de Jesús la respuesta adecuada por parte de Dios. La muerte ha sido vencida, está consumada, ha sido transformada en vida por medio del Dios que Jesús defendió hasta la muerte.

Oración

Mi Señor resucitado, al comenzar este día quiero darte gracias por tu gran misterio de amor y te suplico que me regales un poco de la fuerza de tu Espíritu y lléname de la alegría de tu presencia.
Quiero vivir alegre celebrando el día de tu triunfo glorioso sobre las tinieblas. El día en que destruiste la muerte, fueron rotas todas las ataduras y la luz emergió victoriosa entre las penumbras
Dame la valentía y la fuerza necesaria para aceptar tu voluntad y poder ser así un verdadero testigo de tu amor y de tu resurrección, comunicando al mundo que la oscuridad y la muerte han sido vencidas en Ti
Aquellas lágrimas derramadas a los pies de tu cruz, hoy se convierten en gozo. Tu historia de salvación se hizo eterna. Nos has abierto las puertas del Cielo con esta perfecta obra de amor de la que me hiciste parte.
Puedo decir con entera satisfacción que no he amado a una persona muerta, sino que sigo amando a un corazón vivo y que sigue derramando su misericordia y perdón a todos los que quieran volver sus rostros a Ti.
Oh Señor, no permitas que la llama de la fe y el poder de tu cruz se disminuya en mí y termine apagándose, por el contrario, ayúdame a mantenerla viva con la esperanza puesta en tu amor
Tú eres mi refugio y consuelo, por eso, sabiéndote vivo y presente, recurro al poder reconciliador de tu amistad para que repongas mis fuerzas.
Ayuda ahora a mi corazón a que salga de la oscuridad de sus vicios y resucite a una nueva vida haciéndote mi Señor, mi Rey y mi Salvador.
Amén.

Propósito para hoy

Escribiré una pequeña carta de agradecimiento a cada uno de los miembros de mi familia en dónde les detallo lo que significan para mí

Frase de reflexión

«Nos resulta difícil perdonar a los otros. Señor, concédenos tu misericordia para ser capaces de perdonar siempre». Papa Francisco

Fuentes:

Dominicos: 
https://www.dominicos.org

Píldoras de Fe: 
https://www.pildorasdefe.net

JUEVES SANTO: EL SERVIDOR DEL AMOR, CEÑIDO PARA LA LUCHA JUAN 13,1-15.

El Jueves Santo es el primero de los tres días catalogados como Triduo Pascual en el que se conmemora la Santa Cena de Jesucristo con sus Apóstoles, la Institución de la Eucaristía y el Sacerdocio.

Igualmente, el Evangelio pone de manifiesto en este día, el acto del Lavatorio de Pies, en el cual el Señor nos enseña que si realmente deseamos amar a nuestro prójimo debemos ser capaces de servir.

El Evangelio de San Juan es el único que describe este noble acto de Jesús:

Evangelio según San Juan 13,1-15. 
Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin. 
Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, 
sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios, 
se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura. 
Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura. 
Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: «¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?». 
Jesús le respondió: «No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás». 
«No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!». Jesús le respondió: «Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte». 
«Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!». 
Jesús le dijo: «El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos». 
El sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: «No todos ustedes están limpios». 
Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: «¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? 
Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy. 
Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. 
Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.»

Comentario al Evangelio

Juan no nos ofrece la tradición de las palabras de la última cena, pero sí una relato asombroso, un gesto profético que está lleno de sentido como lo estaba la entrega de su vida en el pan y en la copa de aquella noche última de su vida. San Juan dice que había llegado su “hora” de pasar de este mundo al Padre… y esa hora no es otra que la del amor consumado. El lavatorio de los pies tiene toda la dimensión de entrega que la misma acción del pan partido y repartido y la copa de la alianza nueva. Son dos gestos que pueden perfectamente complementarse. No sabemos por qué los sinópticos no nos han ofrecido esta tradición, este gesto, ni podemos conocer su origen, aunque podríamos rastrear algunos aspectos bíblicos que lo llenan todo de un sentido especial, profético y creador. Es la escena inaugural de la pasión según San Juan, que si bien es la parte más semejante a la de los sinópticos, tienes varias cosas muy diferentes, y una es esta del lavatorio de los pies. Sabiendo que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre (¡que espléndida teología joánica de la muerte!). Esta muerte, pues, ya no es una tragedia, como lo es para muchos… sino un triunfo que se apunta desde este comienzo de la pasión joánica.

Jesús está dispuesto «a pasar de este mundo al Padre» y a vivir «su hora» (v. 1) con la clarividencia de su libertad divina (¡alta cristología joánica!). Para dar fuerza a su decisión personal inquebrantable, incluso a riesgo de no ser entendido por sus discípulos, va a poner en práctica una acción simbólica en tres actos, como los antiguos profetas: despojándose de su manto, ciñéndose un paño (léntion) y lavando los pies a sus discípulos secándoselos con el paño que se había ceñido. Todo esto se encierra apretadamente en los vv. 4-5. Normalmente se ha dado relevancia casi exclusivamente al lavatorio de los pies, porque además de ser el acto más humillante, culmina de forma escandalosa esta narración. Pero los otros signos no están ahí como adorno estético, sino que merecen nuestra atención, porque de lo contrario, la narración simbólica quedaría empobrecida. Juan quiere decirnos algo mucho más profundo cuando nos ofrece el dato de que Jesús «se ciñó un paño» (léntion) y cuando les seca los pies con el paño que se había ceñido (kai ekmássein tô lentíô ô ên diezôsménos). Como acción simbólica de la muerte que se quería significar hubiera bastado con que se hablara exclusivamente de que Jesús fue lavando los pies de sus discípulos uno a uno. Sin embargo, ¿por qué se vuelve a insistir en el léntion con que se había ceñido? Tampoco era necesario repetir esto cuando hubiera bastado con decir que se los fue secando, puesto que se supone que se los tenía que haber secado con un paño o toalla. Pero se vuelve a hablar del ceñimiento en el v. 5 en correspondencia con la acción del v. 4 entre las cuales se encierra el lavatorio. Si estamos ante una narración simbólica de carácter profético, entonces debemos desentrañar todas las acciones significantes. Y, sin duda, la acción de ceñirse es mucho más significante de lo que aparece a primera vista, aunque hasta ahora apenas se haya hecho notar.

La hora de Jesús, que es la hora del amor consumado, exige una lucha, una guerra con los que le quieren imponer el destino ciego del odio. Jesús no está dispuesto a que nadie le imponga su muerte, sino que es El quien impone su hora como voluntad y proyecto de Dios. El Padre se lo ha entregado todo en sus manos (v. 3) y no es posible que nadie se lo arrebate, porque la suya no es una muerte más, un asesinato de tantos como impone el odio sobre el mundo, sino que es la muerte soteriológica por excelencia. No vienen las cosas como si se tratara de una simple condena legal, como después aparecerá ante el juicio del procurador (Jn 19,7). Jesús, ciñéndose como los antiguos guerreros, debe ganar la batalla de la muerte; he ahí la paradoja, pero de la muerte redentora. Jesús no lucha para no morir, sino para que su muerte tenga sentido y no sea ciega y absurda como la muerte que da el mundo.

Si, como parece la mejor explicación, el lavatorio de los pies es una acción simbólica de la muerte de Jesús, entonces vemos cómo el Maestro se entrega a ellos, cuando deberían ser los discípulos los que deberían estar dispuestos a dar la vida por el maestro, como ocurre en las mentalidades pedagógicas de entonces, incluso de los fariseos. De ahí que en los vv. 6-11 se nos quiera explicar que Pedro no pueda entender que Jesús dé su vida por los suyos; sólo lo entenderá después (v. 7), tras la muerte y la resurrección. De ahí que podamos optar porque los vv. 6-10 representan la interpretación más antigua y acertada del lavatorio de los pies, según el recurso estilístico de las falsas interpretaciones joánicas. Esta debería ser la interpretación del diálogo entre Jesús y Pedro: «hay que aceptar la muerte de Jesús como una muerte salvífica». La interpretación posterior de un acto de humildad no es desacertada, porque en realidad la muerte de Jesús a los ojos del mundo es una humillación, un acto de humildad y un servicio de esclavo que hace el Hijo de Dios a los hombres. Pero la significación inmediata es la libertad de Jesús de morir por nosotros, tal como se pone de manifiesto en el lavatorio de los pies a sus discípulos, y para eso también era necesario que él se ciñera, porque era una guerra contra lo proyectado por el mundo. Por consiguiente, los tres gestos van unidos los unos a los otros, dando como resultado una acción profético-simbólica perfecta recogida en la narración de los vv. 4-5.

Es así como el lavatorio de los pies adquiere esa dimensión tan particular que representa su muerte, como signo del amor consumado a sus discípulos. Diríamos que Jesús se ciñe para no morir odiando, sino amando. Esta es la guerra, como hemos dicho, entre la luz y las tinieblas, entre el proyecto de Dios y el del mundo. Jesús va hacia su propia muerte, representada prolépticamente (adelantada proféticamenmte) en el lavatorio de los pies, luchando, ceñido con el cinturón de la paz. Va a morir por todos, por eso lava también los pies a Judas que está sentado a la mesa. Y Jesús les seca los pies con el paño ceñido, sin quitarlo, porque muere luchando; no le han impuesto la muerte desde fuera según la visión joánica. Ese cinturón no volverá a quitarlo, es una imagen más, como deja traslucir Jn 13,12, en el sentido de que lo llevará hasta el momento de la cruz en que se cumple real y teológicamente su hora (cf. Jn 7,30; 8,20), que es también la hora de la glorificación (cf. Jn 12,23). Jesús, pues, se ciñe para su muerte, para su hora, porque en su muerte está la victoria divina sobre el odio del mundo. En su muerte está su glorificación, porque no es una muerte absurda, sino que se la ha impuesto el mismo Jesús como una consecuencia de su vida entregada al amor de este mundo. Este mundo no deja que viva el amor. Jesús también va a ser sacrificado por el mundo, como tantos hombres, pero no dejará que le arrebaten el amor con que ha actuado en su vida. Por eso se ciñe antes del lavatorio de los pies que representa su muerte soteriológica. Toda esta explicación se deduce por haber optado en el ceñimiento de Jesús por la tradición del cinturón de la lucha, y de haber leído todo ello en la clave de Jn 13,1-3. Es posible que a algunos les parezca una exégesis rebuscada, pero se debe considerar que estamos ante uno de los relatos más simbólicos de todo el evangelio de Juan, que ya de por sí es bastante simbólico. Además, los gestos proféticos dan pie para ello y son ciertamente inagotables en algunos aspectos. En Juan siempre nos encontramos con posibilidades insospechadas. Con ello no ponemos en duda, aunque tampoco tratamos de excedernos, la tradición histórica recogida en Jn 13,4-5 sobre el lavatorio de los pies.

Oración

Señor, quiero que mi relación contigo sea más intensa cada día. Te alabo desde lo profundo de mi corazón porque has decidido quedarte con nosotros y acompañarnos hasta el fin de los tiempos.
Has decidido alimentarnos con tu propio cuerpo a través de la Sagrada Eucaristía y aunque nuestros engañosos sentidos humanos solo vean un trozo de pan, allí estás Tú, esperando que nos hagamos uno contigo
Ayúdame a entender que para seguir tu proyecto de vida debo amar y ser servidor de los demás, pues si Tú, siendo el Rey de reyes, lavaste los pies a tus discípulos, yo debo también debo imitarte en obras y pensamientos
Así como Tú has sanado mis heridas, sé mi fuente de poder para poder hacer lo mismo con aquellos que no han salido de su dolor, escucharlos, atenderlos y sobre todo, acercarlos a tu amor.
Con el ejemplo que me has dado me enseñas a vivir en el amor y a salir de ese camino egoísta que la sociedad hoy propone: «la superación personal sin importar a quien dejo atrás en el camino».
Dame, Señor mío, conciencia para crecer y ser cada día mejor, que tu alimento divino sea la fuente que me impulse y me proyecte a hacerlo todo bien sembrando esperanzas a mi paso
Te doy gracias por todas las bendiciones que hoy me darás.  Ayúdame a esforzarme sin desánimo y a ser la mejor versión de mí mismo.
Te amo, confío en tu poder transformante que consuela y renueva el espíritu victorioso en cada uno de nosotros a través de la Eucaristía.
Amén.

Propósito para hoy

Hoy, me apartaré 30 minutos de todo y haré silencio en mi alma meditando la Pasión del Señor.

Frase de reflexión

«La Iglesia es misionera. Cristo nos envía a llevar la alegría del Evangelio a todo el mundo». Papa Francisco

Fuentes:

Dominicos: 
https://www.dominicos.org

Píldoras de Fe: 
https://www.pildorasdefe.net

MIÉRCOLES SANTO: ¿SOY YO QUIEN TE TRAICIONA JESÚS? SAN MATEO 26,14-25

Hoy, Miércoles Santo, trae consigo una reflexión muy importante que debemos llevar grabada siempre en el corazón: ¡Mejor morir que pecar!

En nuestro caminar, muchas veces olvidamos que hay cosas más importantes que la misma vida y otras peores que la muerte. Judas olvidó esto cuando traicionó a Jesús por 30 monedas de plata. Por su pecado de traición, traicionó al mismo Dios, rompiendo así su relación con Dios, que es mucho más importante que la vida misma.

Hoy, la Lectura nos trae unas palabras de Jesús que pueden sonar duro, pero que en el fondo invitan a meditar cómo es nuestra relación con Dios:

Evangelio según San Mateo 26,14-25.
Uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes
y les dijo: «¿Cuánto me darán si se lo entrego?». Y resolvieron darle treinta monedas de plata.
Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo.
El primer día de los Acimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús: «¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?».
El respondió: «Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: ‘El Maestro dice: Se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos'».
Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua.
Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce
y, mientras comían, Jesús les dijo: «Les aseguro que uno de ustedes me entregará».
Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno: «¿Seré yo, Señor?».
El respondió: «El que acaba de servirse de la misma fuente que yo, ese me va a entregar.
El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!».
Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó: «¿Seré yo, Maestro?». «Tú lo has dicho», le respondió Jesús.

Comentario al Evangelio

Ante este relato evangélico que nos presenta hoy la liturgia es posible que nos sintamos interpelados/as porque uno de los doce que eligió Jesús, que le acompañó y escuchó sus enseñanzas, que posiblemente fue testigo de alguno de sus milagros, fue el que le traicionó. Dice el papa Francisco “Judas uno de los doce, amigo íntimo de Jesús, que le acompañó por tres años, que vio muchos milagros, que saboreó sus divinas palabras; que pudo tocarlo, mirarlo, conocerlo…”

¿Qué fue lo que le llevó a traicionar a Jesús? ¿Qué pasó por su corazón? ¿Qué sentimientos se fueron generando a través de su cercanía con el Maestro? ¿Cuál fue el pecado mayor de Judas?

Los textos no desvelan con claridad el móvil de su traición.

¿Ambición, dinero? En (Jn12,4-6) Judas se manifiesta “escandalizado” por el despilfarro de aquella mujer que unge con su perfume los pies del Maestro. Y afirma el evangelio de Juan… “era un ladrón”.

 ¿Decepción? Judas era el único judío del grupo, Jesús no es el mesías que él esperaba, un mesías triunfante que los liberase el imperio romano. También el resto de los discípulos participaban en cierta medida de esa decepción pero asumen su decepción y responden de manera diferente. Dios respeta siempre la libertad del hombre.

¿Resentimiento? ¿Acaso Judas no resistió el protagonismo que algunos discípulos tuvieron en hechos notables de la vida de Jesús? (Mt 17,1).

¿Cuáles fueron los sentimientos que le llevaron al desenlace final? Quizá  la síntesis de estos tres u otros. No es fácil entrar en el corazón de Judas pero sí podemos entrar y conectar con los sentimientos que albergan en  nuestro propio corazón, nuestra respuesta en momentos clave de nuestra vida.

Hay una cosa clara, Judas no quiso ver la luz, no se dejó tocar por Dios, no confió en la capacidad de perdón que manifestó Jesús a lo largo de su vida. No fue capaz de descubrir en Jesús un camino de felicidad, de esa felicidad que se apoya en la fidelidad al proyecto de Dios, siempre fiel a pesar de nuestros fracasos y traiciones.  Judas no creyó en la misericordia y el perdón de Dios.

Y pone en cuestión también nuestro propio camino de fe y las opciones que vamos tomando ante disyuntivas que se nos presentan.  En algún momento de nuestra vida puede aparecer la decepción ante la falta de respuesta de Dios, de una respuesta a la medida de nuestros deseos. O rompemos una amistad, un compromiso a favor de nuestros hermanos porque pueda frenar nuestro ascenso hacia mayores cotas de poder, de bienestar.

Oración

Mi Dios, mi Señor y mi Todo, te agradezco porque sé que estás pronto a escucharme y a darme las gracias que me hacen falta para continuar firme en mis luchas por este camino angosto de salvación.

Quiero tener los ojos abiertos para no tropezar, saber discernir lo que es correcto y lo que no para mi vida, por eso, me dejo guiar por tu Palabra, porque en ella encuentro paciencia y consuelo para no desesperarme.

Necesito de tu fuerza y de tu amor para poder realizar las cosas bien. No quiero fiarme por lógica del mundo, sino que quiero sentirte, palparte y encontrarte en cada situación, que a diario me regalas.

Quiero desprenderme de ese materialismo mundano que me lleva por los caminos de mi propia vanagloria, un camino lleno de egoísmo y soberbia que poco a poco me distancia de la felicidad que quieres darme.

No permitas que mi apego a los bienes y la búsqueda de triunfos mundanos sean las 30 monedas de plata por las que yo pretenda cambiarte. Te pido que sanes mi corazón de esas malas inclinaciones.

No quiero contarme entre los traidores que han antepuesto sus logros y éxitos personales antes que servirte y amarte por sobre todas las cosas. Líbrame de la aspereza y dureza del corazón.

Que seas Tú mi primera prioridad. Confío en la certeza de tu Palabra de que si te elijo como centro de mi vida todo lo demás se me dará por añadidura.

Toda mi vida te la encomiendo a tu presencia porque a través de ella quedan pulverizadas mis inseguridades. Confío en tu gracia santificante.

Amén.

Propósito para hoy

Rezaré 3 Padrenuestro e invitare a todas las personas que pueda a que participen de las actividades del Triduo Pascual

Frase de reflexión

«Vivir la caridad significa no buscar nuestro propio interés, sino llevar los pesos de los más débiles y pobres». Papa Francisco

Fuentes:

Dominicos:
https://www.dominicos.org

Píldoras de Fe:
https://www.pildorasdefe.net

martes santo: como judas ¿TAMBIÉN traicionamos a jesús? Juan 13,21-33.36-38

Estamos en el Martes Santo en donde la Liturgia nos presenta la escena del Evangelio en la que se muestra el rostro oculto de la deslealtad y el desamor.

Hoy, la Lectura nos revela un acontecimiento muy triste: ¡la traición!:

Evangelio según San Juan 13,21-33.36-38.
Jesús, estando en la mesa con sus discípulos, se estremeció y manifestó claramente: «Les aseguro que uno de ustedes me entregará».
Los discípulos se miraban unos a otros, no sabiendo a quién se refería.
Uno de ellos -el discípulo al que Jesús amaba- estaba reclinado muy cerca de Jesús.
Simón Pedro le hizo una seña y le dijo: «Pregúntale a quién se refiere».
El se reclinó sobre Jesús y le preguntó: «Señor, ¿quién es?».
Jesús le respondió: «Es aquel al que daré el bocado que voy a mojar en el plato». Y mojando un bocado, se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote.
En cuanto recibió el bocado, Satanás entró en él. Jesús le dijo entonces: «Realiza pronto lo que tienes que hacer».
Pero ninguno de los comensales comprendió por qué le decía esto.
Como Judas estaba encargado de la bolsa común, algunos pensaban que Jesús quería decirle: «Compra lo que hace falta para la fiesta», o bien que le mandaba dar algo a los pobres.
Y en seguida, después de recibir el bocado, Judas salió. Ya era de noche.
Después que Judas salió, Jesús dijo: «Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él.
Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto.
Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: ‘A donde yo voy, ustedes no pueden venir’.
Simón Pedro le dijo: «Señor, ¿adónde vas?». Jesús le respondió: «A donde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, pero más adelante me seguirás».
Pedro le preguntó: «¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti».
Jesús le respondió: «¿Darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces».

Comentario al Evangelio

¿Seremos capaces también nosotros de traicionar a Nuestro Señor de la vida, dándole la espalda a su amor por ir tras nuestros propios intereses?

Pidamos la gracia al Señor de no traicionar su amor con nuestra indiferencia hacia el prójimo, con nuestro afán de riqueza, o por la búsqueda empecinada de logros y metas por alcanzar, buscando triunfos mundanos que alimentan nuestra vanidad.

Hoy, Jesús quiere vivir en tu corazón, quiere que abras espacio en ÉL para que su amistad perdure para siempre y seas bendecido con la gracia de su amor y de su perdón.

Oración

Señor, al levantarme te doy gracias por el don de la vida y del amor. Hoy, quiero pedirte que me des la capacidad de saber escucharte con el alma dispuesta y el corazón dócil y abierto a tus inspiraciones.
Necesito encontrarme contigo en la oración, que me des tu fuerza y tu poder para poder sentir con humildad cada una de las manifestaciones de amor que a diario pones a todo mi alrededor.
Quiero poder decirte con veracidad que por Ti daría mi vida, pero luego me acuerdo de Pedro, quien sintió el pánico venir y por su debilidad dejó que su corazón se inundara de miedo y negó hasta tu amistad
No quiero dejarme llevar tampoco por mis decisiones humanas, sino que sea tu Palabra mi guía, pues no quisiera terminar como Judas, quien, habiendo sido testigo de tus milagros, vendió su salvación por el afán del dinero.
Oh mi Dios, mi gran consuelo, muchas veces lloro mis pecados, mis malas inclinaciones y vicios me atormentan y angustian mi alma, soy débil, pero tu Santo Espíritu me anima a levantarme y a seguir adelante.
Sé que seguirte exige una entrega total y sacrificio de muchas cosas, pero aun así me acerco a Ti para que me libres de mis egoísmos, de mi orgullo y de todo aquello que no me permite donarme a tu proyecto de vida.
Eres el amigo que no defrauda, el que nunca abandona y el que, en la aparente derrota, manifiestas tu grandeza y me levantas victorioso.
Te amo, eres el dueño de mi vida, confío en que estás a mi lado y me das la fuerza para enfrentar todas mis dificultades.
Amén.

Propósito para hoy

Rezaré 3 Avemaría para que mucha gente asista en esta Semana al Sacramento de la Confesión

Frase de reflexión

«Los sacramentos son la presencia de Jesucristo en nosotros. Por eso es importante confesarse y comulgar». Papa Francisco

Fuentes:

Pidoras de Fe:
https://www.pildorasdefe.net

LUNES SANTO ¿LE DAMOS NUESTRO MEJOR PERFUME A JESÚS? JUAN 12, 1 – 11

El Lunes Santo se diferencia con todos los demás lunes de la Cuaresma, puesto que su significado entra en un proceso de reflexión seis días antes de la Pascua.

Hoy es tiempo para reflexionar sobre la mayor unción de todas: la del Espíritu Santo sobre nosotros y su invitación a presentarnos ante el Señor con todo lo mejor que tenemos para ofrecerle.

Evangelio según San Juan 12,1-11.
Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado.
Allí le prepararon una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los comensales.
María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dijo:
“¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?”.
Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella.
Jesús le respondió: “Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura.
A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre”.
Entre tanto, una gran multitud de judíos se enteró de que Jesús estaba allí, y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado.
Entonces los sumos sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro,
porque muchos judíos se apartaban de ellos y creían en Jesús, a causa de él.

Comentario al Evangelio

La adoración de María a los pies de Jesús fue un acto lleno de fe y de amor. Todo lo que ella quería hacer era adorar a su Señor de la mejor forma que ella conocía, y en la cual los discípulos la recibieron con protesta e indignación. “Es una mujer, mira… Y no sólo eso, es además una poderosa pecadora”.

Esta acción atrevida de María nos enseña a los hombres un par de cosas. Ella entiende y aprende en un plano espiritual en donde la compasión y la acogida es extrema.

Todos los testigos ven el perfume e inmediatamente piensan en el costo y el derroche absurdo; mientras que ella a eso le importa poco y acaricia suavemente los tobillos y dedos de los pies de su Señor, los unge con un aroma delicado y de inmediato es abrazada por la salvación, dejándose llevar por el profundo deseo de su corazón: ¡adorar a Dios!

Nuestro Señor, Dios todopoderoso, Rey y Salvador del mundo, no es ungido por profetas o sacerdotes, sino por una prostituta.

Los cristianos estamos llamados a ser sacrificio vivo; para adorar a Dios diariamente con nuestras acciones y palabras.

¿Qué estamos dispuestos a ofrecerle hoy al Señor? ¿Con qué queremos lavar los pies de nuestro amado Dios? ¿Estamos dispuesto a darle lo mejor que tenemos? ¿Con cuál perfume queremos adorarle, con el de nuestra indiferencia o con lo mejor que hayamos guardado para Él?

El Señor nos recibe, Él nos recibe siempre, por muy pecadores que seamos Él está dispuesto a consolarnos con todo su poder. No tengas miedo de acercarte a su presencia, ofrécele lo mejor de ti: un corazón contrito y con ganas de reonovarse bajo la fuente de su Divino Amor.

Oración

Mi Señor, que bueno es saber que escuchas mis súplicas y estás atento a mis necesidades, susurrando constantemente a mi espíritu tu invitación a vencer el miedo y a lanzarme con confianza a enfrentar cada una de mis batallas.

Te pido que siempre pueda tener lucidez para tomar las mejores decisiones y diferenciar lo bueno de lo malo, esforzarme por serte fiel y no dejar que nadie me quite las ganas de hacer las cosas bien.

Me cuento entre los pecadores que siempre vuelven a caer. Reconozco que en algunas ocasiones me faltan fuerzas y te fallo; por eso me humillo ante Ti, ante tu poder y clamo por tu compasión.

Como María de Betania quisiera también ponerme a tus pies y ofrecerte el mejor de mis perfumes, que no es otro que el de hacer obras agradables a Ti y alejarme de todo aquello que hace mal a mi alma.

Gracias por recibirme una vez más, por cuidarme, por hacerme sentir que soy valioso e importante para Ti. Tú eres grande, poderoso, invencible, supremo, glorioso, con un corazón rico en misericordia.

Me siento bendecido porque en tu amor he encontrado esa paz que me invita a luchar con todas mis fuerzas contra el pecado. Con tu presencia rebosante en amor y perdón podré superar toda mala inclinación.

Tú tocas las dimensiones de toda mi vida y no haces diferencias entre mi riqueza o pobreza, sino en cuánto amor estoy dispuesto a ofrecer

Te amo y te entrego mi corazón ahora para que lo renueves con tu Amor.

A pesar de mis debilidades, en tu Nombre, sé que puedo salir adelante sabiéndome consolado en tu amistad y que te pertenezco para siempre.

Amén.

Propósito para hoy

Escribiré una carta para cada uno de los miembros de mi familia agradeciéndoles por cada detalle importante que han tenido conmigo

Frase de reflexión

“El Reino de los cielos es para aquellos que ponen su confianza en el amor de Dios y no en las cosas materiales”. Papa Francisco

Fuentes:

Pidoras de Fe: 
https://www.pildorasdefe.net